CUARESMA
Cristo es el
centro de todo en la cuaresma. Cristo en
su estado de sufrimiento y muerte a causa
del mal y al servicio de nuestra
conversión, de nuestro perdón, de nuestra liberación del mal. El objetivo que
debemos perseguir en toda la vivencia de
la cuaresma es entrar en comunión con este Cristo, asimilar su estado de dolor
y de muerte, purificarnos del mal, de
nuestro propio pecado, de los fallos y defectos que merman en nosotros la
verdad y la gracia, que disminuyen y frenan el amor, la alegría y la paz,
solidarizarnos con el Cristo que sufre en todos los que sufren, y ayudar a
éstos a que resurjan de sus sufrimientos a la paz y la alegría profunda de la resurrección de
Cristo.
Vivir la cuaresma es caminar hacia la Pascua, la Pascua de Jesús no es un acontecimiento pasado, por
el poder del Espíritu Santo es siempre
actual y nos permite mirar y tocar con la fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren (Papa
Francisco), pasar por las muerte de Cristo hecha en nosotros mortificación o
muerte al pecado, conversión, penitencia y confesión, hasta purificar y
aumentar el amor que nos hace vivir resurgiendo según la resurrección de Cristo
a una vida llena de esperanza, de luz,
de alegría, de los frutos del amor.
Cuaresma vivida en “iglesia” para sentirnos más “iglesia”,
más comunidad de Cristo en el mundo de
hoy. Hemos de hacer comunidad, familia,
grupo animado por la fe y la esperanza que se apoya en el amor y se abre y se
da al servicio de los demás hombres.
Cuaresma viva y actual.
Es preciso que el sufrimiento cotidiano
de la vida, llegue a ser de verdad paso, andadura, camino hacia la
plenitud gozosa de la vida que debemos
ir construyendo ya, y que debemos buscar y esperar más allá de todo. Para esto,
hemos de hacer de los sufrimientos
diarios el terreno y el tejido de nuestra existencia cristiana, de nuestro
vivir en Cristo camino del Padre, hemos
de descubrir y sentir en el
sufrir diario, en la tristeza, en la enfermedad, en el cansancio del
corazón y en la soledad, la propia ausencia del Señor y el silencio de Dios; y
tenemos que aceptar esas cosas como camino, como marcha dura, como
purificación, como aproximación a la paz y la dicha en el amor de Dios. Camino purificador que podemos andar
con el Espíritu de Cristo, en la
dolorosa oscuridad de la fe, pero con el gozo sereno y firme de la esperanza.
Tenemos que
convertirnos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. La oración es
muy importante en este tiempo cuaresmal,
así se nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios que siempre nos precede y
sostiene (Papa Francisco). El mundo de hoy necesita que nosotros vivamos con
verdad la cuaresma cristiana, hasta dar un testimonio que tenga fuerza de
ungüento para sus llagas modernas. El hambre, el odio, la guerra, la
injusticia, la explotación, la corrupción, el materialismo….todas las tareas
que destrozan la vida de los hombres por la piel del mundo, en todas sus
latitudes, bajo cualquier régimen, necesitan el mensaje de paz, amor, justicia
y salvación, que brotará de la fe y la vida de los cristianos, por la fuerza
del Espíritu de Cristo al que hay que
convertirse y unirse en cuaresma.
Esta Cuaresma nos
llama a caminar juntos en la esperanza y
a descubrir las llamadas a una conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos de manera personal y comunitaria. Caminar junto es la
vocación de la Iglesia.
Que la esperanza sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria
pascual.
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