Ser Consuelo

 

 


SER  CONSUELO.

No es fácil ver el dolor de quien sufre, escuchar al que llora, acompañar al que está enfermo. Quiero que pase el duelo de quien ha perdido un ser  querido. Deseo que sonría quien sufre una terrible enfermedad. Siento la necesidad de llegar a sus casas. De entrar donde se encuentra su más profundo dolor.

Sólo tengo el consuelo de quien a mí  mismo me consuela. Es la paz  de Dios la que entrego al llegar a una casa. Sólo sé  esperar, llorar con ellos,  tomarlos  de las manos, escuchar sus quejas. No quiero explicarles  el sentido  de su cruz. Casi siempre es incomprensible. Es Dios  quien cura por dentro.

María  me enseña a calmar la sed de amor  del mundo y hay demasiada sed, demasiados hombres. Quisiera  lograrlo con un solo gesto. No es posible. Sí puedo calmar a uno, al que está junto a mí.

Es Dios el que hace todo lo que me pide que haga. Yo sólo hago un gesto, digo una palabra, guardo un eterno silencio. Sujeto al caído entre mis brazos y me piden que lo levante. Es Dios  quien levanta, el que resucita, el que salva. Yo sólo tengo el deseo diario de caminar hasta la cruz, de llegar al lecho del que  sufre una enfermedad.

Quisiera calmar las tempestades. Dejar que el sol caliente y seque todo lo que está húmedo. Quisiera alegrar al triste y dar fuerzas  al que está desconsolado, no me importa que esto me saque  de mi comodidad. Es fácil quedarse encerrado en mi mundo queriendo salvarlos  a todos. Tengo que salir  de mí. ¿Dónde quieres que vaya?. Le pregunto al Señor. Quiero permanecer al pie  de la cruz. Él hace el milagro y yo sólo permanezco fiel para hacer posible lo imposible. No cargo con muchas  cosas para la misión. Es inmensa, no tengo fuerzas. La gratuidad es lo que marca mi camino. Confío en ese Dios que  me manda a acompañar el dolor del que sufre.

Antonio

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