NO HAY VERDADERO AMOR SIN SACRIFICIO.
El diálogo con los demás no siempre es fácil. No tenemos paz,
guardamos sentimientos negativos, recordamos y no olvidamos, el rencor
permanece. Queremos decir lo que pensamos y nos cuesta hacerlo, dudamos,
somos mal interpretados. A veces no
somos capaces de decir lo que
sentimos por cualquier motivo. No
logramos explicar los afectos del corazón. Ni los entendemos nosotros, ni
conseguimos que los entiendan. Es verdad que el diálogo se fundamenta en la
verdad y el amor. Pero no siempre es fácil que esa relación sea correcta, la
confianza para manifestar los sentimientos negativos y positivos es
fundamental. Tener confianza en el otro y dar confianza son herramientas
básicas en el diálogo. Sin confianza no hay sinceridad, no logramos ser
nosotros mismos. No obstante, no siempre es bueno decirlo todo. A veces, creemos
que sí, que si lo decimos todo, somos sinceros, entonces todo se soluciona.
Creemos que si nos guardamos algo la relación de amistad, fraternal, filial,
conyugal, paternal o maternal, se va a complicar. Mientras que si nos desahogamos, y lo decimos
todo, va a ir todo mejor. No siempre es así. A menudo, en aras de ser sinceros,
herimos sin darnos cuenta. Pasamos por encima de la sensibilidad de los demás,
sin pensar en lo que ellos sienten. Creemos
que si lo decimos todos estamos construyendo sobre la verdad. Pero la verdad
sin amor es dura, a veces imposible de sobrellevar. Es necesario callar muchas
cosas. Saber decir las cosas con humildad y cariño, sin herir, sin exigir nada,
con respeto sagrado, porque el terreno que pisamos, el alma de aquel a quien
amamos, le pertenece a Dios. Así las relaciones pueden crecer. Sobre la base
del respeto y del cariño.
Es verdad que para poder darnos de forma auténtica, es
necesario que nos conozcamos y aceptemos nuestra realidad con humildad y
sencillez. Es algo importante mirar el propio corazón y aceptarlo.
Aceptar nuestra vida, nuestra realidad nuestras
imperfecciones, no siempre nos resulta. Necesitamos ser realistas y aceptar la
vida tal como es. El amor de aquellos que nos aman sin condiciones nos ayuda a
descubrir la belleza de nuestra vida y aceptarla en sus límites. Es mirar a
Dios cara a cara y decirle que sí, que entendemos y queremos nuestra vida como
es. El amor de Dios es el que siempre nos sana, nos levanta y nos devuelve la
dignidad. .
Al recibir el amor de Dios y de los hombres surge el deseo de
amar y ser amados con más intensidad. Dios nos ama con locura. Pero nosotros
con frecuencia amamos más a nuestros
planes y deseos. Queremos más, deseamos más y nos cuesta entender por qué el
amor y el sacrificio tienen que ir de la mano.
Queremos amar sin sufrir, sin tener que renunciar. No estamos
acostumbrados a renunciar. Nos dejamos llevar por el impulso que crece en el corazón y no somos capaces de evitar
hacer lo que más nos atrae. La tentación es fuerte. Es importante saber
renunciar en el amor. El amor no crece si no hay sacrificio
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