¿CÓMO SE APRENDE
A AMAR?
Aprendemos a amar en el ritual de la vida. En los gestos
sencillos, en la rutina llena de pasión.
Aprendemos a amar negándonos
y afirmando al tú al que amamos.
Aprendemos a amar sin
ponernos nosotros en el centro, abriendo nuestra vida para que otros descansen.
Aprendemos a amar
desde la humildad, la debilidad de la semilla que se entierra y muere. Desde
las ramas poderosas del árbol que cobijan al otro. En nuestra pequeñez se hace
más poderoso el amor a Dios en nosotros.
¡Cuánto nos cuesta
amar bien a los que nos aman! ¡Qué
egoístas somos! ¡Cuánto nos cuesta amar a los que no nos quieren! Más
todavía. El amor crece en la fidelidad diaria. En la fidelidad ante la vida.
Es muy importante cuidar el prime amor. ¿Cómo cuido mi primer
amor a Dios, a las personas a las que quiero? Volver al comienzo. Cuidar lo
sagrado. Cuidar Nazaret para vivir con más paz el Calvario. Así suele ser la
vida. De Nazaret al Calvario. De la mesa familiar a la entrega del amor
crucificado. Miramos los corazones de Jesús y de su Madre. Unidos al pie de la
cruz. Unidos desde Nazaret. Unidos desde el vientre de María. Unidos en la
familia que comparte la vida.
Esos corazones nos
recuerdan nuestro camino de vida, aquello a lo que estamos llamados. Vivir el
uno en el otro, para el otro.
Decía el Papa Francisco: “María nos enseña a amar a Dios en
los hermanos y a amar a los hermanos en Dios”. María nos enseña a amar bien. A
amar con el cuerpo y el alma. A amar
sufriendo. A amar desde la rutina de cada día. A amar en esos días en los que
tenemos que darlo todo al pie de la cruz.
Queremos aprender a amar. Queremos amar desde nuestra verdad,
acogiendo la verdad de aquel a quien amamos.
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