Domingo 5 de Pascua Ciclo B

 



DOMINGO    DE PASCUA CICLO B.

Jesús es la “verdadera vid”, de donde  brotan los frutos de la justicia, del amor, de la verdad y de la paz; y en él y en sus propuestas es donde el hombre puede encontrar la vida verdadera. Muchas veces los hombres, siguiendo lógicas humanas buscan la verdadera vida en otros “árboles”; pero, con frecuencia, esos “árboles” solo producen insatisfacción, frustración, egoísmo y muerte.

Jesús, la “verdadera vid” continúa ofreciendo al mundo y a los hombres sus frutos, y los hace  a través de sus discípulos. La misión de la comunidad de Jesús que hoy camina por la historia, es producir esos mismos frutos de justicia, de amor, de verdad, de paz que Jesús produce. Se trata de una inmensa responsabilidad que nos es confiada  a  nosotros, los seguidores  de Jesús. Jesús no creó un gueto cerrado donde sus discípulos puedan vivir tranquilamente sin ser  “incomodados” por los demás hombres, sino que creó una comunidad viva y dinámica, que tiene como misión dar testimonio con gestos concretos: el amor  y la salvación de Dios. Si no lo hacemos así estamos traicionando a Jesús y la misión que nos encomendó. La vida de  Jesús tiene  que ser transparente a través de nuestros gestos y, a partir de todos nosotros, alcanzar a todos  los hombres.

El discípulo solo puede  producir buenos frutos si permanece  unido a Jesús.

La comunidad cristiana es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo, la “verdadera vid” de la cual somos los “sarmientos”. La comunidad cristiana es el Cuerpo  de Cristo, y un miembro amputado del Cuerpo es un miembro condenado a la muerte. A veces la comunidad cristiana, con sus miserias, fragilidades e incomprensiones, nos decepciona  y aflige y sigue  caminos por donde no nos encontramos. Sentimos, entonces, la tentación de apartarnos y de vivir nuestra relación con Cristo al margen  de la comunidad. Sin embargo, no es posible continuar unidos a  Cristo y recibir la vida de Cristo rompiendo con nuestros hermanos  de fe.

Mediante la oración, la escucha  de la Palabra y la participación en la Eucaristía, podemos  vivir más unidos a Cristo. Pidamos al Señor que, como los sarmientos unidos a la vid, produzcamos frutos  de santidad y de vida evangélica.

Antonio

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