DOMINGO 3º DE
PASCUA CICLO B.
El Evangelio de este
domingo subraya la realidad del cuerpo
resucitado de Jesús. Cuando el Señor se
aparece a sus discípulos y les
dice:”Paz a vosotros”, ellos se
llenaron de miedo por la sorpresa y creían ver un espíritu, pero Jesús
les muestra su verdadera corporeidad, sus manos y sus pies con las marcas de los clavos.
El Señor se muestra
condescendiente, ayuda a creer. Si no
bastan sus llagas se deja tocar y comer
con ellos. Una vez más se comporta como el Buen Pastor, que busca amorosamente
a su pueblo
El miedo de los
discípulos se convierte en alegría. Es absolutamente cierto: Cristo, el Señor,
ha resucitado. Y el resucitado les abre el entendimiento y comprenden todo
lo escrito acerca de Él.
Él mismo les enviará el Espíritu que les sostendrá. Por eso les encomienda que
prolonguen su presencia en el
mundo:”Vosotros sois testigos de estas cosas”.
En el nombre del resucitado se predicará la conversión y el
perdón de los pecados a todos los pueblos.
Jesús necesita verdaderos testigos. El testimonio que Cristo
nos pide, pasa más que por nuestras palabras, por nuestros gestos. Jesús viene,
hoy, al encuentro de los hombres y les
ofrece la salvación a través de nuestros
gestos de acogida, de compartir, de
servicio, de amor sin límites. Son esos
gestos los que testimonian, ante nuestros hermanos, que Cristo está vivo y que
continúa su obra de liberación de todos los hombres del mundo.
No hemos de predicar
grandes teorías sobre Cristo, sino
irradiar su Espíritu. Hacerlo creíble con la vida, no sólo con palabras. Este
es siempre el verdadero problema se la Iglesia: la falta de testigos.
Es tiempo de misión, de testimonio, todos debemos sentirnos
comprometidos.
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