Semana Santa 2024

 


SEMANA SANTA.

La  Semana Santa, la semana grande  de nuestra fe, está  a punto  de empezar. Una Semana Santa  con santos, con cofradías, con procesiones, los fieles, ojalá sean muchos,  acudirán  a las iglesias a los oficios, otros lo harán telemáticamente, tanto unos y otros compartirán algo esencial, milenario, poderoso: la fe, la esperanza, el amor y sobre todo tener muy presentes  a todas las víctimas  de la  pandemia y de las   guerras  que tantas víctimas originan, seguiremos  rezando por la paz.

La  fe  de la que nos alimentamos no es nuestra fe, sino la del Crucificado, la  de aquel Dios-hombre que abandonado por casi todos  y sintiendo incluso el mordisco  de la duda sobre la fidelidad de su propio y divino Padre, se dejó caer en los brazos  del misterio para ser recogido, después  de muerto, por los brazos  de su madre. El “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” fue el grito más humano que un Dios puede proferir. El que pronunció a continuación:”En tus brazos encomiendo mi espíritu”, fue el más  divino que puede decir un hombre. Ahí está contenida nuestra fe, en creer que Dios  sigue cuidando de nosotros aunque no entendamos por qué pasan tantas cosas malas y por qué Él las permite.

De esa fe  nace la esperanza. Una  esperanza que nuestro pueblo sabio simbolizó en una madre que no se rindió ante la muerte del hijo. La Virgen de las Angustias, la Macarena, la Dolorosa y otras tantas, es siempre la Virgen de la Esperanza. La esperanza que brilla como una luz en la noche oscura de la fe dura y pura. Pero precisamente por eso una esperanza que nos sostiene, que no nos permite rendirnos, que nos sigue manteniendo en pie, aunque lo que tengamos entre los brazos, como María, sea sólo un cuerpo muerto, a veces nuestro propio cuerpo muerto por el pecado.

De la fe y la esperanza, como de la tierra y la lluvia, brota el amor, la resurrección. No es un fruto fácil. Amar y no odiar, perdonar y no tomar venganza, compartir aunque se tenga poco, trabajar bien aunque otros no lo hagan, volver  a empezar aunque se caiga, todo eso y mucho más es el amor. Pero es el resultado de la fe en que  Dios no nos abandona y en que  ese amor merece la pena, aunque no se vea inmediatamente los resultados.

Esta es nuestra fe, de la que tenemos que dar testimonio siempre y especialmente   en estos días grandes  de Semana Santa.

Antonio  


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