Presentación del Señor

 


Lo que antaño predijo,

lleno del Espíritu Santo,

el coro venerable de los Profetas aparece ahora

cumplido en María, la Madre de Dios.


Ella que, siendo virgen, concibió,

y, virgen, dio a luz al que es Dios del cielo

y Dueño de la tierra,

permaneció también purísima

después del parto.


En el templo del Señor, el anciano Simeón

lo tomó entre sus brazos,

complacido de poder ver a Cristo

con sus propios ojos,

según había sido su deseo.


Tú, Madre del Rey eterno que

derramas el don luminoso de la 

gracia de tu Hijo, acoge benévola

los deseos de los que te suplican.


Oh Cristo, que siendo

el Esplendor del Padre eterno,

nos descubres la hondura de sus misterios,

haz que podamos cantar para ti

el himno de la alabanza en aquella mansión

de luz inextinguible.


Liturgia de las Horas


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