DOMINGO 4º TIEMPO ODINARIO CICLO B.
El Evangelio nos asegura que Dios no abandona a la humanidad,
que Él no se conforma que los hombres
anden por caminos de esclavitud e
insiste en ofrecer una vida plena. Jesús es el Mesías liberador que con su
vida, con sus palabras, con sus gestos, con sus acciones, viene a proponer a los hombres un proyecto de libertad y de
vida.
Ante el egoísmo, él propone la donación y el compartir; ante
el orgullo y la autosuficiencia, el servicio sencillo y humilde a Dios y a los
hermanos, frente a la exclusión, la tolerancia y la misericordia; frente a la
injusticia, el odio y la violencia, el amor sin límites; frente al miedo, la
libertad; frente a la muerte, la vida.
Los discípulos de
Jesús son los testigos de su propuesta liberadora. Ellos tienen que continuar y asumir la misión de Jesús.
Ser discípulo de Jesús es recorrer el
mismo camino que Él recorrió y luchar,
si es necesario por un mundo más humano, más libre, más solidario, más justo,
más fraterno. Los seguidores de Jesús no pueden quedarse con los brazos cruzados, mirando al cielo,
mientras el mundo es edificado y dirigido por aquellos que únicamente ofrecen
egoísmo e injusticias; sino que tienen la grave responsabilidad de luchar
objetivamente, contra todo aquello que roba la vida y la libertad al hombre.
A pesar de la
incomprensión y de la intolerancia de la
que son, a veces, víctimas los
discípulos de Jesús, estos no deben dejarse encerrar en las sacristías, sino
que deben asumir con coraje y de forma
visible su compromiso por la transformación der las realidades políticas,
económicas, sociales, laborales, familiares.
El Reino de Dios exige
la conversión y creer. La invitación a
formar parte del “Reino” no es algo
reservado a un grupo de personas
especiales, sino que es algo
que Dios dirige a todo hombre,
sin excepción. Todos los bautizados son llamados a ser discípulos de Jesús, a
convertirse, a creer en el Evangelio, a seguir
a Jesús por el camino del amor y
de donación de vida. Esa llamada es radical e incondicional,: exige que el “Reino” se convierta en un valor fundamental, en una prioridad, en el
principal objetivo del discípulo.
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