SOLEMNIDAD
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
REY DEL UNIVERSO.
En el Evangelio de este domingo aparece el reino de Cristo en
el momento final, cuando el Señor repartirá
la herencia ente sus herederos.
“Venid a mí vosotros,
benditos de mi Padre; heredad el reino
preparado para vosotros desde la creación del mundo”. La cuestión será saber
quiénes serán esos herederos y si estaremos nosotros entre ellos. De entrada, no tenemos por qué
dudar de que esto sea así, ya que hoy afirmamos
que Jesucristo es nuestro rey y que nosotros formamos parte de su reino, que se va construyendo cada día
en nuestro mundo con nuestro trabajo y con la fuerza del Espíritu Santo. Pero también es verdad que para formar parte de este reino lo importante es la actitud, es
decir, si hemos amado a esos que Jesús llama “mis hermanos más pequeños”. O más bien hemos sido
indiferentes a sus necesidades materiales (hambre, sed, ropa), a su condición
de extranjeros, a sus sufrimientos
(enfermedad, cárcel), etc. esto es lo que toda la vida hemos llamado las
obras de misericordia. Jesús nos habla de estos
gestos concretos para evitar que
caigamos en espiritualidades escapistas y recordarnos que esos gestos son
también espirituales si se hacen con el
Espíritu de Jesús que les llevó a amar “hasta el extremo”.
Es cierto que este diálogo entre Cristo juez y los hombres,
que se nos describe en el Evangelio, no
es más que un muestrario abreviado de la
escena final. Pero es más que suficiente
para estimularnos, para contemplar
la vida, los hechos, las cosas y las personas, con la mirada de fe. Sobre
todos a las personas. Saber descubrir
tras el rostro de todo ser humano el
rostro de Cristo. Apreciar la presencia
de Jesús en cada hombre, que nos
extiende su mano, o nos pide ayuda con una mirada, sin atreverse quizás a
pedirla con palabras. No olvidemos que Cristo está presente en cada uno de los
que se cruzan en el camino o lo, recorren junto
a nosotros.
Que nuestra respuesta sea siempre el amor hacia los más pequeños y necesitados, para
que escuchemos en nuestro corazón la voz
de Jesús que pronuncia una bienaventuranza sobre los que aman en lo concreto.
Comentarios