REFLEXIÓN.
DOMINGO 29º TIEMPO ORDINARIO CICLO A DOMUND-
La celebración del Domund nos ayuda a entrar en uno de los espacios más
originarios y auténticos de la Iglesia, este es un ámbito donde domina la dinámica de la entrega. No es posible
la misión sin darse, fiándose completamente del único Dios, vivo y verdadero.
Aquí se pone de manifiesto la identidad del verdadero misionero:”Corazones
fervientes, pies en camino” es el lema del Domund de este año.
Tres son los elementos identitarios que definen al misionero:
el corazón, los ojos y los pies.
El corazón lleno del fuego de Dios: en los momentos de
desconcierto y desánimo, el Señor toma la iniciativa de acercarse a los suyos y
de caminar a su lado y llenar su corazón con la Buena Noticia de la salvación
contenida en las Escrituras. El corazón del misionero está en el Corazón de Cristo. Esta es la cercanía
en Cristo con todos los misioneros del mundo, en particular a aquellos que atraviesan un momento difícil.
Los ojos abiertos que reconocen al Señor al partir el pan.
El discípulo misionero es quien ha visto
con sus ojos al Señor y lo ha reconocido presente en el mundo, presente en la
Iglesia, presente en la Eucaristía. El misionero trabaja para partir el pan
material y el pan eucarístico y compartirlos con los hombres de este mundo allá
donde estén. Esta es la acción misionera por excelencia.
Los pies en camino para anunciar a Cristo resucitado. Los que
han reconocido al Señor en las Escrituras y en la Eucaristía, los que llevan su fuego en el corazón y su luz en la
mirada pueden testimoniarlo, incluso en las situaciones más difíciles y en los momento más oscuros. Los pies que se
ponen en camino nos recuerdan la validez perenne de la misión, la misión
que el Señor resucitado dio a la Iglesia de evangelizar a cada persona y a cada pueblo hasta los
confines de la tierra. Hoy más que nunca
la humanidad, herida por tantas
injusticias, divisiones y guerras necesita la Buena Noticia de la paz y de la
salvación de Cristo.
Los misioneros con sus limitaciones personales y de medios,
cultivan la esperanza y la ofrecen al mundo. Entregando la vida por el
evangelio, son para cada comunidad cristiana un regalo y un estímulo de oración
interior y compromiso. Porque la misión es de todos.
Que María, nuestra Madre, la Estrella de la Evangelización, la primera discípula misionera de su Hijo Jesús, nos ayude e interceda por nosotros para que llevemos a Cristo a tantas personas necesitadas de su amor.
Antonio
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