Descubrir lo extraordinario de la rutina

 



Me apasionan las cosas cotidianas, las rutinas. Y me gusta lo nuevo, cuando venzo el poder de mis miedos y me aventuro en aquello que no controlo tanto y temo no hacer bien.

Me gusta hacer las cosas con toda el alma puesta como prenda. Me gusta que mi amor y mi forma  de amar sean diferentes cada día, aunque cada día parezca semejante al anterior.

Porque la luz  de un nuevo día, siempre es distinta. Porque mi forma de amar en presente es original y extraordinaria. Me gusta vivir el hoy sin quedarme prendido en el pasado, sin angustiarme con los problemas que el mañana pueda traernos. Cada día  tiene su afán.

Definitivamente, quiero vivir una vida extraordinaria. Quiero vivir de forma única. Porque mi vida es única, yo soy único y Dios me ama como soy. Ninguno de mis gestos es igual a otros gestos.

Sí, me gusta vivir de forma extraordinaria. Luchando por dar la vida. Abierto al misterio que se me regala en cada persona con la que me encuentro, a la que amo.

Me gustaría hacer las cosas de forma extraordinaria. Me gustaría ser más santo en mi día  a día. Sin calcular demasiado. Sin esperar tanto de las personas y de la vida. Sin obsesionarme con que Dios me trate bien y cuide mis pasos.

Tantas veces me dejo llevar por lo que deseo. O pongo mi yo en el centro como si todos tuvieran que pensar en mí y tomarme en cuenta. O pienso que todo depende  de mis fuerzas de mi capacidad, de lo que soy y tengo.

A través  de los años mi corazón ha sufrido. Pero es el sufrimiento lo que nos da fuerzas y nos hace crecer. Un corazón que no se ha roto, es estéril y nunca sabrá la felicidad de ser imperfecto. Me siento orgulloso de conservar la sonrisa de mi juventud, antes de que aparezcan los surcos profundos en mi cara. Sé  que no voy  a vivir para siempre, pero mientras esté aquí, voy a vivir según las leyes  de mi corazón. No pienso lamentarme por lo que no fue, ni preocuparme por lo que será. El tiempo que  quede, simplemente amaré la vida como lo hice hasta hoy, el resto se lo dejo a Dios.

Creo que así  es posible vivir una vida extraordinaria, aunque a veces nos falte fe  en lo extraordinario, fe en el poder  de Dios. Fe en su amor que es extraordinario y me ama de una forma personal y única que cambia mi vida. La fe  en la vida diaria me hace  creer en la actuación extraordinaria de Dios en mi vida, en mis obras, en mis palabras, en mis actos.

Sí, Dios está actuando siempre.  Yo dudo. Y me veo sólo a mí en medio de la tormenta sin contar con su amor y su cuidado. Y se me olvida que vivir de forma extraordinaria la vida tiene mucho de confianza y abandono en sus manos.

Antonio


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