15 DE AGOSTO
CON MARÍA.
En medio del verano,
el día 15 de agosto, celebramos los católicos y en numerosos pueblos de España la fiesta de la Asunción de
la Virgen María al cielo.
Una buena ocasión para seguir recordando que caminar con
María es una forma segura de permanecer junto al Señor y la importancia de dejarnos guiar por su Palabra.
Como a María, nuestro “sí” nos cambia la vida para
adecuarla a los planes de Dios sobre
cada uno de nosotros.
La Asunción es así como la coronación de su vida y nos da una
visión más clara de Ella. Es compañera y ayudante de Cristo durante toda su vida desde la encarnación hasta la
cruz, y ahora también lo es desde el cielo. Y así participa en el Reino de
Cristo y de la Santísima Trinidad.
Por eso es la más poderosa abogada del cielo. Y como está con
su cuerpo, está también con su corazón
maternal. Y porque no solo es la Madre de Cristo, sino también nuestra Madre,
entendemos cómo y por qué actúa siempre desde el cielo por nosotros, sus hijos.
La Virgen glorificada en el cielo es un signo de esperanza y de promesa para
todos nosotros. En Ella podemos ver prefigurado nuestro `propio destino.
Podemos preguntarnos
también: ¿por qué Dios quiso proclamar este dogma de la Asunción? Me parece que Dios quiso manifestar, en la imagen de la Asunción, la dignidad del cuerpo
humano y, muy especialmente, la dignidad del cuerpo de la mujer.
Cada mujer nació para ser un reflejo de María, para irradiar esa nobleza y realeza
de Ella. Cuando encontramos niñas y mujeres a sí, nos emocionan, porque son
como un recuerdo de María.
Sin embargo, nuestro mundo de hoy se esfuerza para destruir
esa imagen noble de la mujer. ¿Qué clase de mujer se nos
ofrece en muchas ocasiones hoy en la sociedad? No podremos construir una sociedad
más cristiana, si no forjamos también un tipo nuevo y digno de mujer, según la
imagen de María. El idealismo, la moral y la fecundidad de un pueblo se
mantienen o desmorona con sus mujeres.
María nos enseña a dar a Jesús al mundo. En el Magnificat nos
cuenta lo que ha vivido, lo que Dios ha hecho en su vida y de esa manera nos
muestra cómo evangelizar desde el amor, la confianza y, sobre todo, desde
nuestra experiencia de Dios y de lo que Él, con su gracia, hace en nosotros..
Llevemos con nosotros los mismos sentimientos de alabanza,
acción de gracias de María hacia el Señor, en el Magnificat, su fe y esperanza.
Su dócil abandono en las manos de la
Providencia. En efecto, sólo acogiendo el amor
de Dios y haciendo de nuestra existencia un servicio desinteresado y
generoso al prójimo, podremos elevar con alegría un canto de alabanza al Señor.
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