DOMINGO XII TIEMPO ORDINARIO CICLO A.
La vida es una continua lucha, nadie lo niega. Si no
preguntémosle a Jeremías, en la primera
lectura. Fue llamado por Dios a ser profeta cuando no había cumplido todavía
los veinte años. El mensaje que tenía
que predicar en nombre de Dios resultó incómodo a todos, especialmente a las
autoridades, y por eso le persiguieron, le espiaron y le quería poner traspiés
e intentar acabar con él. Es modelo de una persona que vivió intensamente la
vocación profética y tuvo que echar mano de toda su fe para no perder la
esperanza y seguir confiando en Dios y por eso ganó la batalla del desaliento.
Como Jeremías todos pasamos por situaciones y horas terribles: nos traicionan,
nos critican y difaman, nos abandonan y nos dejan en la estacada; se ríen de
nosotros, perdemos el trabajo y algún ser querido se nos va, una enfermedad va
minando nuestra salud, …..Para qué seguir. Situaciones duras y miedos que
acechan al mundo, la Iglesia y nuestras familias e hijos son: la ideología del
género, hoy en boga, la cultura de la muerte, a la vuelta de la esquina, el secularismo dictador que echa a Dios fuera de la mesa
de nuestras discusiones, el ateísmo, la despersonalización ideológica
del católico que no se sabe a qué va y con quien comulga. Estos y más enemigos nos hacen temblar..
Que nosotros pasamos por momento de dificultad es un hecho. Jesús no nos
prometió que todo nos saldría bien y nos resultaría fácil. Debemos confiar nuestra causa
a Cristo y ser fiel a nuestra fe cristiana, dando testimonio valiente de
esa fe delante de todos.
“·No tengáis miedo” nos dice Jesús”. El que tiene miedo ya no
es libre.
El Papa Francisco nos está invitando a todos a la evangelización, a salir, a no tener
miedo ni vergüenza a predicar a Cristo, sueña con una Iglesia misionera que
sale, y que prefiere una Iglesia “accidentada y herida por salir a la calle que enferma por el encierro y
aferrada a sus comodidades” Debemos llevar la
alegría del Evangelio, la ternura
de Cristo. No debemos tener miedo porque estamos en las manos de Dios; si Él lleva cuenta de los cabellos de nuestra cabeza y de los
gorriones del campo, cuánto más nos
cuidará de nosotros, que somos sus hijos. No tengamos miedo, pues el mismo
Jesús, ante su Padre, dará testimonio de nosotros si le hemos sido fieles.
Todos los cristianos estamos al servicio de la misión
evangelizadora y a la que no podemos renunciar sin perder nuestra propia
identidad. La Iglesia, de la que todos nosotros
somos miembros. Es una comunidad de testigos que responden ante el mundo
con su palabra y con su vida.
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