DOMINGO 5º DE PASCUA CICLO A. YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
“No tiemble vuestro corazón” le dice
Jesús a sus discípulos. En los momentos más difíciles nos pide Jesús
que seamos fieles y nos
mantengamos firmes. Él es la roca en la que
se asientan nuestras convicciones, nos pide tener valor en medio de las adversidades.
Y no sólo esto, sino que también nos pide que creamos:”Creed
en Dios, y creed en mí” Es en los momentos de dolor, como los que hemos pasado
con la pandemia, de sacrificio y de prueba, es cuando más podemos
profundizar en nuestra fe. Es entonces
cuando hemos de creer con más fuerza, y
no porque Dios nos vaya a rescatar del sufrimiento o del miedo, sino
porque nos ama y siempre está a nuestro
lado. Sólo desde la fe podemos dar un sentido a todo cuanto sucede. “Creed en
mí”, nos dice Jesús. Nuestra vida como cristianos pasa por la adhesión a Cristo, vivida en el
seno de la Iglesia.
“En casa de mi Padre hay muchas estancias”. Su deseo es
llevarnos a todos hacia el Padre. Es el puente, el hermano mayor que nos lleva
de la mano. Y el Padre nos tiene ya reservado un lugar en su corazón,
junto a él. Pero antes de llegar al cielo definitivo, los cristianos ya tenemos
un lugar: la Iglesia. Nuestro hogar es la comunidad, la familia de Dios. Él desea ardientemente acogernos y
la Iglesia en la tierra son sus brazos, que se tienden a todos.
Tomás, el apóstol, duda y pregunta a Jesús:”Señor, ¿Cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde:”Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”
Muchos cristianos, como Tomás siguen buscando el camino. Han
nacido en una cultura cristiana, han vivido formando parte de la Iglesia, pero no encuentran el camino.
Como Felipe, han estado con él y aún no lo ven. Jesús insiste: “Quien me
ve a mí ve al Padre”, Pero, a veces, nos
cuesta abrir los ojos.
Los cristianos de hoy tenemos el deber de
autoevangelizarnos y recuperar nuestro norte. Si perdemos a Cristo como referencia y centro de nuestra
fe, hemos perdido el camino. La Iglesia nos lo señala continuamente, pero a
menudo nos perdemos en el laberinto del propio yo, en discusiones y
enfrentamientos inútiles.
Ver a Jesús, es
ver a Dios. Hoy, ver a la Iglesia es ver a Dios. Por eso los cristianos hemos de reflejar ese rostro amoroso del Padre.
Hemos de ayudarnos y ayudar a otros a encontrar el camino. Tenemos un
enorme potencial, el don del Espíritu
Santo que nos capacita para recrear la vida de la fe.
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Jesús no sólo es un
guía, es el mismo camino, el único que
nos lleva a Dios. Sus palabras, su
testimonio, su vida nos conducen directamente al Padre.
Como Jesús todos estamos llamados a ser camino que lleve a Dios, verdad que ayude a discernir y vida
para los demás. Desde aquí, caminemos
hacia el cielo, convirtiendo una
parcela de este mundo en pequeño
reino de Dios.
Antonio
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