DOMINGO DE LA SAMARITANA.
Jesús entabla una conversación sencilla y profunda a la vez,
con aquella mujer, la Samaritana, de vida “irregular” y le pide, no sólo agua,
sino también el desahogo de sus gozos y penas.
Sentado al borde del pozo le dice a
aquella mujer: Dame de beber. El
Señor ha leído en su corazón y ella reacciona con humildad y admiración. No se
irrita al verse descubierta. Simplemente reconoce que está delante de un hombre de Dios, delante de un
profeta.
La Samaritana venía buscando agua para saciar su sed, pero
Jesús conoce la hondura del corazón humano cuando le dice a la mujer Dame de beber, le
está pidiendo el agua de sus búsquedas de sentido, de aquello que le
revela la profundidad de su corazón y el lugar donde se albergan los más hondos ideales y también
las más profundas heridas. La Samaritana
con el encuentro con Jesús se da cuenta
de esa otra sed que tiene de conocer su
verdad, de saciar la sed de coherencia
que, quizá durante años ha ocultado. Al ser
“descubierta” por Jesús se da cuenta de
que el engaño, la mentira y el disimulo no pueden ser la norma de su vida y escucha atentamente sus palabras. Le cree y le pide de esa agua viva que quita la sed para
siempre, Señor, apaga esta sed que me hace buscar entre los hombres lo que solo
en Dios se puede encontrar.
La Samaritana nunca
pudo pensar, cuando se iba acercando al pozo, que, en ese judío aparentemente
muy cansado y polvoriento, estaba la solución
a los problemas de su larga y difícil vida. Tampoco nosotros podemos
adivinar lo que se nos viene encima en
muchas circunstancias. Por eso conviene
poner de manifiesto, una vez más, y
ahora en este tiempo de Cuaresma, que
Dios no nos deja solos. Que Dios
está siempre en nuestro caminar. Que
Jesús está sentado siempre al borde del
pozo esperándonos. Que hemos de estar
atentos a las cosas que Dios nos envía. Y puede hacerlo de muchas maneras. Y
todos los días.
Que nuestra sed nos
ayude en la búsqueda de los manantiales donde brota el agua de la vida, la verdad y el amor y con
decisión, digamos: Dame de beber, Señor.
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