CUARESMA 2023

Comenzamos la Cuaresma, tiempo fuerte litúrgico que nos prepara a la Pascua. La

razón de la Cuaresma radica en ayudarnos a vivir el acontecimiento central de

nuestra fe: la Resurrección del Señor.

Hemos experimentado las limitaciones, las debilidades y las flaquezas de nuestra vida,

tanto a nivel general como social, e individual como personal. La pandemia ha

descubierto, el lado débil de una sociedad y de una humanidad que habíamos elevado

a la categoría de héroes indestructibles. Frágiles, limitados, erosionables nos hemos

reconocido frente al peligro y la amenaza del virus que acaba con nuestra salud,

cierra nuestros negocios y nos confina de una manera que no habíamos imaginado.

Hoy se nos muestra un camino y una solución que puede arreglar y dar solución a esta

“levedad” de nuestro ser.

Pedimos por nuestros hermanos de Ucrania que están sufriendo esta invasión que les

priva de su libertad y provocando tantas víctimas. Que la paz sea una realidad pronto.

También pedimos por las víctimas del terremoto de Turquía y Siria, que tanta

desolación está dejando en esos países, también por tantos perseguidos en distintos

lugares, por Nicaragua.

No dejamos de pedir por el respeto y derecho a la vida desde sus inicios hasta su fase

final por medios naturales.

Al iniciar el tiempo de Cuaresma se nos propone un nuevo modelo de enfrentarnos a

la vida, una forma de vida y de actuar distinta. Hay que aprender una nueva manera de

ser, necesitamos cambios, necesitamos hacer las cosas de otra manera. Estamos

faltos de conversión, de reconducir conductas y acciones. Esto se nos pide y, para ello

se nos ofrece un tiempo, cuarenta días, como tiempo de salvación. Iniciemos un

confinamiento de nuestro espíritu para que, libre de todo peligro, adquiera la salud.

La oración es “la respiración del alma”. Nadie puede vivir sin respirar. Así mismo,

ningún cristiano puede llevar una vida de calidad, si no reza. Tal vez, la falta de oración

sea una de las mayores causas, en una buena parte de cristianos, de la indiferencia y

de la falta de coherencia en la vida. Tener espacios y momentos de encuentro con

Dios, conmigo mismo y con los demás, tiempo de calma y serenidad, sin ansiedad, sin

prisas para estar con Dios y conmigo mismo a solas, tiempo de silencio donde

encuentre momentos que pueda escuchar, no ya los ruidos externos de la vida, sino el

interior de mi corazón, donde Dios me habla con tanta frecuencia. Tiempo de

oración con la comunidad, para que la palabra de Dios ilumine nuestra vida.

La Iglesia también nos propone el ayuno y la limosna. Al hablar del ayuno, no podemos

circunscribirnos a la privación de alimentos en ciertos días. El ayuno es más amplio e

importante que eso. Se trata de prescindir y privarse de aquello que no está en la línea


con la orientaciones y exigencias que marca el evangelio, potenciando en nuestra vida

aquello que es voluntad de Dios, especialmente en el ejercicio de la caridad, la

personalización de la fe, viviendo con mayor intensidad la virtud de la esperanza

cristiana El ayuno que hoy nos parece estar fuera de contexto. La agresividad de

nuestra sociedad en sus campañas para que consumamos más y más, no encaja con

este mandato de privarnos de cosas, de ser austeros en las compras, en lo que usamos

y gastamos. Tenemos que experimentar que es posible vivir con menos, que no

tenemos derecho, aunque podamos, a despilfarrar, a tirar, a no aprovechar lo que

compramos. Privarme de algo que me gusta, no malgastar.

La limosna siempre ha sido una expresión concreta del amor al prójimo. En los

tiempos que corremos, de enfermedad, de paro laboral generalizada, la urgencia es

mayor. Cuando la pobreza aumenta, el compartir se hace más necesario. La práctica

de la limosna como expresión interior del compartir y de la solidaridad, de poner en

común mis bienes, mis dones y ofrecer con generosidad mi persona y mi vida me hará

reconciliarme con los demás. Nos domina la obsesión de poseer y acaparar, Pero Dios

nos pide descubrir el valor de compartir. Debemos incorporar a nuestra vida creyente

gestos de gratuidad, dar sin esperar nada a cambio, mostrando que somos una familia

cristiana.

No es tiempo de grandes penitencia, sino de grandes o pequeñas superaciones, de

nuestras indolentes perezas para servir mejor al Reino de Dios, en la fraternidad, la

compasión, la solidaridad y la justicia.

Que el Señor nos ayude a llevarlo a cabo a lo largo de todo este tiempo de Cuaresma

Antonio

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