TIEMPO ORDINARIO
CICLO C DOMINGO 28
El Evangelio nos habla de diez leprosos, que desde lejos y a gritos, piden a
Jesús que se compadezca de ellos. El
Señor les manda que vayan a los sacerdotes, pues estaba establecido que
estos debían atestiguar la curación. Los leprosos se fían de Jesús y se ponen
en camino. Sin embargo, es como si su fe no fuera completa, ya que solo uno de
los diez, al verse curado, volvió a
Jesús para darle gracias.
Podemos ver el tema desde la perspectiva de nuestra Eucaristía
semanal. Todo comienza con el ¡Señor, ten compasión de nosotros!. Igual que en
la misa dominical con el ¡Señor, ten piedad!, ¡Cristo, ten piedad!. La
diferencia puede estar en que los leprosos lo dijeron a gritos, sabían lo importante
que era que Jesús oyera sus gritos. Creían que les podía
salvar.
¿Y nosotros? Cuando vamos
a misa el domingo, ¿gritamos
desde lo hondo de nuestro corazón
el ¡Señor, ten piedad! Sabiendo que no es una cosa rutinaria sino el deseo de
que el Señor tenga piedad de nosotros y cura todas las lepras que nos impiden
la incorporación plena a la comunidad?
Uno solo, el samaritano, vuelve dando gritos de alabanza a Dios y se echa a los pies
de Jesús, dándole gracias. Toda la Eucaristía es una acción de gracias,
sobre todo la oración central en la que
se consagra el pan y el vino convirtiéndolo en el cuerpo y la sangre de
Cristo:”te damos gracias, Señor, por las maravillas que hace con nosotros. Y un
gran canto de alabanza:”Santo, Santo,
Santo, es el Señor, Dios del universo.”.
Alabar, bendecir, dar gracias a Dios por
todo lo que hace por nosotros.
Los otros nueve quedaron curados y no volvieron, representan
a la inmensa mayoría que busca la salvación material y, una vez resueltos sus `problemas, se olvidan de Dios.
Los otros nueve ¿dónde están?
Esta es la condición
humana y, por fortuna para nosotros,
Dios no se aprende la lección y está siempre dispuesto a seguir mandando la
lluvia y salir el sol para buenos y
malos.
De todas formas, el samaritano le dio a Jesús la alegría de
oír palabras muy bellas: ¡Gracias, Señor!. Al encuentro salvador de cada
domingo tenemos que ir con esa
disposición interior de saber que vamos a ser curados de nuestras miserias, pero
también de que Dios “merece la alabanza
de los buenos”
Antonio
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