DOMINGO 19º TIEMPO ORDINARIO CICLO C.
Jesús como buen pedagogo, nos enseña con varias comparaciones
como debe ser de despierta y vigilante nuestra fe:
La actitud de los siervos que aguardan la vuelta del
amo. La del dueño que no sabe cuando
pueden venir los ladrones. La del administrador que debe estar preparado para
rendir cuentas de su gestión en cualquier momento.
Para el hombre de hoy resulta útil la llamada a la vigilancia. Humanamente, pensamos en
nuestro futuro y en el de nuestra familia, hacemos planes, prevenimos los
posibles males, nos proveemos de los
mejores mecanismos antirrobo: pero ¿vivimos despiertos también en nuestra fe?
¿trabajamos por crecer en la vida cristiana, pensando en el futuro? ¿pensamos
que también nos pueden robar esa fe, o
que nos pedirán cuenta de ella?.
Vigilar significa no distraerse, no amodorrarse, no
instalarse, satisfechos con lo ya conseguido. En medio de una sociedad que parece muy contenta con los valores que
tiene, el cristiano es invitado a vivir
en esperanza vigilante y activa.
Vigilar es tener las lámparas encendidas para el encuentro
con el Señor, tener la mirada puesta en los bienes de arriba, no dejarse encandilar por los atractivos de este mundo, que es camino y no meta, tener conciencia de que nuestro paso por él, aunque sea serio y nos comprometa al trabajo, no es lo
definitivo en nuestra vida.
Vigilar es vivir
despiertos, en tensión. No con angustia, pero si con seriedad. Dando
importancia a lo que la tiene. Como el estudiante que desde el comienzo de curso piensa en los
exámenes finales. Como el labrador que
siembra y está ya pensando en conseguir una buena cosecha.
Una de las
imágenes de la Iglesia es la de ser Pueblo `peregrino. Esto
no supone desentendernos de los de aquí abajo: debemos ser protagonistas, no
sólo de la espera del Reino, sino de su construcción, ya ahora. Dios nos ha dado unos talentos que debemos
administrar y hacer fructificar. La Eucaristía
es, para los cristianos, alimento para el camino. Nos da la fuerza para
seguir delante y para trabajar por el Reino. La Eucaristía nos ayuda a tener firmes los pies en el suelo, con un
compromiso y una misión en este mundo, pero con la mirada puesta en el final.
Antonio
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