VACACIONES DE VERANO
Ya estamos en verano. Los colegios han echado el cierre y muchas familias se disponen a disfrutar de unos días de vacaciones.
Da igual el lugar dónde nos encontremos, este verano será bien algo distinto para muchas familias, la pandemia sigue aún dando coletazos y la crisis económica que estamos viviendo., todo más caro: productos alimenticios, viajes hoteles, gasolina, luz, gas, agua, etc. etc. La guerra en Ucrania y tantos lugares con problemas.
Por eso, ante tanta incertidumbre, planear esta temporada supone un gran reto para casi todos.
Algunos tendrán unos días de vacaciones, otros no, ¡y eso que se está agotado tras semanas ejerciendo varios roles a la vez en las que nos hemos encargado de las tareas del hogar, del trabajo y del cuidado de los niños, entre otras tareas.
Estamos con el alma cansada. Han sido muchos caminos. Muchos momentos guardados en el alma. Buscamos ahora la calma y el descanso. Esperamos descansar de verdad para volver renovados y estar preparados para lo que venga, aunque nunca se está.
Las vacaciones son un tiempo para descansar y agradecer. Otro año que está siendo duro, y en su dureza puede costarnos encontrar motivos por los que alegrarnos. Queremos entregarle a Dios, en primer lugar, las cosas difíciles, las cruces, estos momentos de oscuridad que hemos pasado, tantos fallecidos, tantos enfermos, tantas pérdidas, los pequeños y grandes fracasos, las ausencias, las discusiones, los desencuentros. Sí, hay cruces con las que hemos cargado estos días y otras sin darnos cuenta, y, a lo mejor hemos cargado con muchas. Porque nos tocaba, porque otros no podían hacerlo. Porque si no lo hacíamos se quedaba sin hacer, porque éramos necesarios. En fin muchas razones para cargar por los caminos. Pesa el alma. Sí, queremos descansar. El Señor nos dice: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré”. Queremos agradecer a Dios porque nos sostiene en esos momentos, porque nos espera en lo alto de la cuesta, al final de la etapa. Nos ayuda a caminar. Nos levanta cuando caemos y estamos frágiles. En Él revivimos y nos ponemos de nuevo en camino. Su presencia nos sana y alivia.
Este tiempo de verano debería ser un tiempo santo para la búsqueda constante del Señor, para el reencuentro con nuestras raíces cristianas, para orar, reflexionar y compartir la fe y el testimonio, para participar en la mesa de la Eucaristía y la escucha de la Palabra, también, cómo no, para pasarlo bien. Y también no olvidemos a los que por diversas circunstancias no tienen o no pueden disfrutar de vacaciones.
Por eso, este verano más que nunca es importante ayudar a aquellos que pueden estar pasando por un mal momento: padres o madres que están solos, enfermos y personas mayores, o trabajadores que no saben qué hacer con sus niños y tantos refugiados. Tratemos de mirar a nuestro alrededor, y si está en nuestras manos, intentemos ayudar para que también esas personas puedan tener el mejor verano diferente posible.
Las vacaciones no son un tiempo para no hacer nada. Es un tiempo que Dios nos da para hacer cosas distintas a las del todo el año. Para cuidar otros aspectos de nuestra vida. Para leer, pasear, para visitar, para estar con las personas a las que queremos, para cuidar momentos de diálogo y descanso con los otros. Las vacaciones son un tiempo privilegiado para crecer, para disfrutar en familia, para aprender cosas nuevas, para avanzar en el camino espiritual. La vida es distinta cuando aprendemos a vivirla con el Señor.
Que María, nuestra Madre, nos guíe a vivir sanamente este tiempo de vacaciones y nos ayude al igual que Ella, a estar atentos a las necesidades de los demás.
Antonio
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