DOMINGO 14º TIEMPO ORDINARIO CICLO C

 


REFLEXIÓN

DOMINGO 14º TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Jesús pide  a los  suyos:” rogad, pues, al dueño  de la mies que envíe obreros a su mies”. Todos somos conscientes de la gran necesidad que hoy tienen la Iglesia y el mundo de trabajadores para la mies del Señor. Estos son “elegidos” y “mandados por Dios”. Por eso es importante la oración, porque la misión no es nuestra, es de Dios. Nosotros somos sus operarios, obreros en la viña del Señor. El campo a cultivar es suyo. Así pues, la misión está impulsada por la gracia y el apóstol es un fruto visible de la oración que Dios  regala al mundo a través de su Iglesia. Ninguna misión es fecunda si su contenido y el instrumento que la realiza no provienen  del Señor.

Es bien cierto el mensaje que el Papa Francisco dio a los  seminaristas del mundo: “la evangelización se hace de rodillas”. No es activismo, ni su eficacia  depende de las estructuras. El discípulo es un ser orante y esta dimensión contemplativa es todavía  más urgente en los tiempos actuales en los que el secularismo ahoga la fuerza de la semilla evangélica y la maleza  gana terreno, también dentro  de la propia Iglesia. Ningún discípulo es  eficaz si no está  unido al Corazón de Cristo con la línea directa   de la oración.

El testimonio debe expresarse desde la  acción, la pobreza  y el anuncio explícito, pero sabiendo que la iniciativa del apostolado es divina. El mayor o menor éxito pastoral o los  frutos visibles  el anuncio del Evangelio no dependen sólo ni principalmente del   buen hacer  del evangelizador (párroco, catequista, voluntario en la acción caritativa y social, etc.)  o de los planes o recursos y estructuras pastorales desde los  que actúe, sino del testimonio que transmite con  su vida de  discípulo, el cual está relacionado de forma íntima  con la  confirmación  de  su vida con la de Cristo y su misión. La experiencia pascual del cristiano es la predicación más eficaz del evangelio.

El cristiano, como mensajero de Dios, ha  de llevar la paz, la cual no proviene del que la desea, sino del Señor que lo envía. No se trata pues, de un simple deseo de paz sino d preparar a los hombres hoy para que sepan que la paz  es un don de Dios  y se dispongan de tal manera que sean dignos de recibirla. En un mundo con tan poco afecto a la Iglesia, los cristianos deberíamos vivir  de tal modo que  nuestra vida interpele a todos, de forma  que se hiciera realidad la frase  de San Agustín cuando dice :”nadie es amigo de la paz, si lucha  contra la Iglesia”.

Antonio

 

 

 


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