Pentecostés

 



SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS.

Hace cincuenta días, celebramos que Jesús había  vencido a la muerte. Que la muerte no tiene cabida en Él ni en los que nos llamamos cristianos. Jesús el domingo pasado ascendía al cielo. Se reunía junto a Dios Padre y nos hacía un hueco con Él. No nos deja huérfanos. Cumple  su promesa. El Espíritu Santo se queda con nosotros.

El Espíritu es el que nos congrega, nos da fuerzas y nos une al Padre por medio del Hijo.

La lectura  de los Hechos  de los Apóstoles nos narra la llegada del Espíritu Santo, y como para ellos, les pilló por sorpresa. Una  de las características principales  de la Iglesia primitiva, es que estaban llenos  del Espíritu Santo. El Espíritu Santo pone n marcha a la Iglesia, nos une  a pesar de las diferencias. Nosotros no estamos solos. El Espíritu vive y actúa en cada hombre y en cada mujer. Él nos impulsa a llevar el Evangelio a todas las partes del mundo. Y si creemos que lo tenemos, no debemos tener miedo por mucha persecución y obstáculo que nos encontremos.

La segunda lectura  de los corintios nos habla  de los diferentes carismas y dones  del Espíritu Santo. Tenemos una gran responsabilidad en transmitir el Evangelio. Todos somos importantes, no hay ninguno mejor que otro. Todos formamos un solo cuerpo, y ese cuerpo es el de Cristo. Somos cristianos en medio de un mundo donde  si no se demuestra, ni se palpa, ni se ve, no se cree. Pentecostés  debe ser un ejemplo claro de vida. Somos hijos  e hijas de Dios. Él envía  a  su Hijo, y nos manda una fuerza que nos une. Si Cristo nos une, ¿quiénes somos nosotros para separarnos o decir  este es más importante que el otro?. El bautismo nos incorpora a la comunidad eclesial. Que con  nuestra vida, hagamos ver al mundo que  el Espíritu sigue vivo y habla  a través de los dones  que nos ha regalado el Señor  a cada uno, y de los carismas  que ha otorgado  a la Iglesia.

En el Evangelio se nos muestra como los discípulos estaban encerrados por miedo. Esto es lo que nos pasa  a nosotros muchas vecds. Encerramos nuestro “ser cristianos” por miedo, cobardías, vergüenzas….por lo que puedan decirnos. Pero Jesús  se presenta en medio  de los discípulos y lo primero que hace es  donar  su Espíritu Santo para una misión.

Esta donación del Espíritu del Resucitado nos  debe ayudar a ser valientes y a salir  de nuestras propias cobardías  e inseguridades. Desde ese momento Jesús nos invita a vivir siendo libres.

Ya no cabe  lugar para condenar, ni juzgar. Ahora toca dar una palabra  de aliento liberadora y mostrar al mundo que Cristo está vivo y que  su Espíritu está en nosotros. Y de aquí pasarnos de estar en la  casa encerrados por miedo, a abrir puertas  y salir  a la calle llevando el Evangelio con nuestra propia vida, ayudados por la fuerza  del Espíritu.

Que  María, Madre  de la Misericordia y Reina  de los Apóstoles, nos  ayude a  abrir  nuestras vidas al Espíritu Santo. Que nos de la fuerza para comprometernos a vivir nuestra fe, a mantener la esperanza en los momentos de dificultad. Que no nos quedemos boquiabiertos mirando las nubes o esperando grandes  signos. Que nuestro mayor  signo sea el que nos creamos que el Espíritu Santo está en y con nosotros y que este gozo llene  nuestra  vida.

En esta festividad celebramos el día del Apostolado Seglar, los cristianos laicos estamos llamados a tomar conciencia de la responsabilidad no solo dentro de la Iglesia, sino en medio de las tareas del mundo.


Antonio


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