DOMINGO 7º TIEMPO ORDINARIO CICLO C.
En el mundo en el que vivimos es un signo de
debilidad y de cobardía no
responder a una agresión o no pagar con
la misma moneda a quien nos hace mal; y es un signo de valor
y de fuerza pagar el mal , si es posible con un mal todavía mayor.
Demostramos, así, que defendemos nuestra honra y nuestro
orgullo y conquistamos la admiración de los que nos rodean. Estos principios
generan inevitablemente guerras entre los pueblos, separaciones y divisiones entre los miembros
de una misma familia, enemistades y conflictos entre los compañeros de trabajo, relaciones difíciles y poco
fraternas entre los miembros de la misma
comunidad cristianan o religiosa.
¿Por qué no hemos
descubierto, aún, que este camino
es deshumanizador?
¿Es posible creer que ésta
dinámica de confrontación nos
hace más libres y más felices?
Nuestra fuerza y nuestra energía se manifiestan, precisamente, en la capacidad
de dar la vuelta a esta lógica de violencia y de orgullo y de extender la
mano a quien nos ha maltratado mal y
ofendido.
El cristiano no puede recurrir a las armas, a la violencia, a la mentira, a la venganza para resolver
cualquier situación de injusticia que le
afecte. Esta es la lógica de los seguidores
de Jesús, que murió pidiendo al
Padre perdón por los que le estaban matando.
La lógica de Jesús, la
lógica de los seguidores
de Jesús, es precisamente la única que es capaz de
poner freno a la violencia y al odio. La violencia genera siempre más
violencia; sólo el amor desarma la agresividad y transforma los corazones de los malos y los violentos.
Esto no significa tener una actitud pasiva y de connivencia
ante las injusticias y las arbitrariedades; significa estar siempre dispuesto a
dar el primer paso para el reencuentro, para acoger al que falló; significa
tener gestos de bondad y de compresión, incluso
para quien nos hace mal.
Tampoco significa, obligatoriamente, olvidar, sino que
significa no dejar que los fallos de los
otros nos aparten irremediablemente, significa tener el corazón abierto a nuestro prójimo,
incluso cuando es o fue un “enemigo”
Antonio
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