REFLEXIÓN
“Ningún profeta es bien
mirado en su tierra”. Los
habitantes de Nazaret creen conocer a Jesús, le han visto crecer, saben
identificar a su familia y a sus amigos
pero en realidad no comprenden la profundidad de su ministerio. Se trata de un
conocimiento superficial, teórico, que no lleva a una verdadera adhesión a la
propuesta de Jesús. En verdad, es una
situación que puede que no sea para nosotros del todo extraña: tratamos
todos los días con Jesús, somos
capaces de hablar sobre él, pero, ¿su
propuesta tiene impacto en nosotros y
transforma nuestra existencia?
“Haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaúm”, le piden los habitantes de Nazaret. Esta es la actitud de quien busca
a Jesús para contemplar su espectáculo o para resolver sus problemas
personales. Supone la perspectiva de un Dios comerciante, a quien nos acercamos para hacer negocio con él.
¿Quién es nuestro Dios?,
¿el Dios de quien esperamos
espectáculo para nuestro divertimento, o el Dios que en Jesús nos presenta una
propuesta seria de salvación que es necesario hacer realidad en la vida
cotidiana?
El Evangelio nos propone una reflexión sobre el “camino del
profeta”: es un camino en el que se
lucha, permanentemente, con la incomprensión, con la soledad, con el
riesgo. Es, sin embargo, un camino al que Dios llama para recorrerlo, en
fidelidad a su Padre.
¿Tenemos el coraje de
seguir ese camino?
¿La habladurías de los
otros, las críticas que hieren, la soledad, y el abandono nos han impedido
alguna vez cumplir con la misión que
nuestro Dios nos confió?
Señor Jesús, nosotros
te reconocemos como el profeta enviado por Dios para anunciarnos su
misericordia. Líbranos del pecado de
rechazarte a ti y de ignorar tu mensaje
de gracia y de salvación..
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