Escuchad cómo resuena la voz clara
que pone en fuga a las tinieblas;
que se alejen deprisa los sueños;
ya brilla Cristo en las alturas.
¡Álzate, alma dormida! Que yaces
enredada en tus culpas;
porque ya reluce la nueva estrella,
para quitar con su fulgor todo pecado.
Desde el cielo es enviado el Cordero,
para saldar gratuitamente la deuda;
todos nosotros, entre voces y llanto,
imploremos su misericordia.
Para que cuando vuelva por segunda vez
y el mundo se vea ceñido por el temor,
no nos castigue según nuestros delitos,
sino que nos acoja en su inmensa piedad.
Al Padre omnipotente, la gloria,
a su Unigénito, la Victoria,
y al Espíritu Santo, la alabanza,
por los siglos de los siglos.
Liturgia de las Horas
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