Bodas de Canaa

 


 


DOMINGO 2º   TIEMPO  ORDINARIO  CICLO C

María, que percibe la  falta  de vino en una boda, ve también lo que nos  hace falta en nuestras vidas, sabe  de las  virtudes  que necesitamos para  asemejarnos  cada vez  más a su Hijo, Jesús: más  fe, más esperanza, más paciencia, más alegría, más  humildad. Ayer  como hoy, Ella intercede también ante su Hijo para que transforme el agua de nuestra insuficiencia o mediocridad en el “vino nuevo” de una vida santa, plena  de castidad, rebosante de alegría.

Al aspirar a conformarnos con Jesús, hemos  de tener muy presente que  sólo Él puede ayudarnos  a cambiar vicios por  virtudes. Así como Jesús transformó agua  en vino, Él puede también  transformar nuestros  corazones endurecidos por nuestros pecados, en corazones  capaces de amar como Él nos  ha amado.

Para que se dé esta transformación interior  en nuestras vidas María intercede incesantemente por cada uno  de nosotros, sus hijos, ante el Señor, al tiempo que nos urge  a nosotros: “Hagan lo que Él os  diga”, obedeciendo  a su palabra. Si bien el Señor realiza el milagro de la transformación del agua en vino gracias a la intercesión de su Madre, lo hace también en la medida que los siervos  cooperan haciendo lo que Él les indica, obedeciendo  a su palabra. Del mismo modo, el Señor obrará nuestra conversión y santificación sólo en la medida que prestemos nuestra decidida cooperación desde el recto ejercicio  de nuestra libertad. Si cooperamos con el Señor cada día, obedeciéndole, procurando poner por  obra lo que Él nos  dice, realizará en nosotros por el don de su Espíritu el milagro de nuestra progresiva  santificación

Ante  todo lo que nos  hace  falta  acudamos al Señor y escuchemos  aquellas  enseñanzas que María nos invita adherirnos de mente, corazón y acción: “Haced lo que Él os diga”.

Antonio

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