Inmaculada Concepción

 


 

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

REFLEXIÓN.

LA PRESERVASTE DE TODA MANCHA  DE PECADO OPRIGINAL.

En este tiempo de Adviento, celebramos con gozo el misterio de belleza y de luz de la Inmaculada  Concepción de la Virgen María que “fue  preservada inmune de toda mancha de pecado desde el `primer instante por singular gracia y privilegio de  Dios omnipotente en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”, según las palabras de la definición dogmática por el Papa Pío IX en 1854.

En la intimidad del hogar  de Nazaret, María recibe la visita  sorprendente del ángel;  desde el “Hágase” de María, el destino de la humanidad comienza un nuevo camino, pues ella posibilitó la acción de Dios  encarnado.

La reacción de María a las palabras del mensajero  de Dios, muestra a  una mujer que  entra en diálogo interior  con Dios. Escucha  sus palabras y las interioriza para  poder comprender en medio  del asombro y la turbación qué  puede significar todo aquello.

Ante el temor llega el anuncio de la presencia  del Espíritu Santo. Una presencia que  se hará realidad como consecuencia  de su humildad.

 Busca la voluntad de Dios no quedándose en la superficialidad sino haciendo suyo el hecho que está viviendo y descubrir en él la  voluntad de Dios.

Nosotros nos podemos plantear cómo acogemos los  acontecimientos de nuestra vida. Si los  acogemos con una actitud  de discernimiento y vemos en ellos la  manera de hacer realidad la voluntad de Dios o si nos conformamos con una visión superficial de las cosas.

 La celebración de  esta festividad de la Virgen nos llena el corazón de esperanza en que todo es posible para Dios. La respuesta de María es la que provoca en nosotros la  alegría del sí al proyecto de Dios en ella y por  ella la posibilidad de llenar de esperanza nuestro mundo por  ser la puerta del redentor. Dios la llama “llena   de  gracia” y nosotros la  invocamos como llena  de gracia cada vez que rezamos el ave María. Pidámosle  a ella, que  es nuestra madre, nos  enseñe  a  asombrarnos de Dios, a saber interiorizar en contemplación los  acontecimientos de nuestra vida, a dejarnos  llenar del Espíritu Santo, a dejar que en nuestra vida  Dios  sea Dios.

Hay que  adentrarse en la grandeza  de María que la hace humilde; en la belleza que se manifiesta en el servicio. Que ella interceda por nosotros para que dejemos que Dios cambie nuestro corazón, lo libre del pecado y nos conceda la misma disponibilidad que mostró ella.

Nos  unimos  a la alegría de la Iglesia,  que honra  a la Santísima Virgen en este día con gran gozo y la felicitamos como buenos hijos.

Antonio

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