Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

 


 En medio de un año complicado y difícil celebramos la Jornada del Migrante y del Refugiado bajo el lema:
Hacia un nosotros cada vez más grande”.

Es una ocasión para tomar conciencia de la situación del mundo en el que vivimos ante el desafío de las migraciones y las oportunidades que nos ofrecen de cara al futuro.

En esta Jornada, el papa nos coloca  de nuevo ante el horizonte de la fraternidad y nos hace una  nueva invitación en la que pone  delante la vacuna definitiva que la familia  humana  necesita: salir  de un “ nosotros” pequeño, reducido por  fronteras o por interese políticos o económicos, para ir  a un “nosotros” incluido en el sueño  de Dios, en el que vivamos como hermanos compartiendo la misma dignidad que él nos da.

Hemos pasado un año complicado. Con la pandemia  no olvidamos las dramáticas  crisis migratorias. Las personas vulnerables en movimiento siguen llamando a nuestras  fronteras. Con ellas sentimos que estamos juntos en un mundo plagado de catástrofes, de  guerras y consecuencias del cambio climático que siguen obligando a  muchos  a salir de su tierra.

En este tiempo también hemos aprendido a constatar que todos estamos interconectados, que compartimos destino y viaje. Sabemos que estamos en el mismo barco en medio  de muchas tormentas, donde  o permanecemos juntos, o perecemos  juntos.

El Espíritu Santo no cesa  de ofrecernos una mirada amplia y esperanzadora para poder tejer un futuro donde cada vez el “nosotros” que  pronunciamos, pequeño, limitado y que  gira alrededor de nuestros intereses, se va transformando en un “nosotros” fraterno y evangélico, que nos  vincula y nos  da un horizonte al que dirigirnos desde nuestras  diversas vocaciones.

Un “nosotros” que  crece en cada corazón que se atreve a  ser samaritano ante el grito  de tantos.

Un “nosotros” que crece en cada comunidad cristiana cuando aprendemos  a acoger, proteger, promover  e integrar. Así lo vivimos encada rincón donde celebramos esta Jornada que nos ayuda a ser parábola  del reino  de Dios allí donde caminamos.

La cultura  del encuentro será la llave para facilitarnos que allí donde camine la Iglesia se abran puertas y, además, posibilite que el migrante pueda incorporarse cada vez más, en todos los procesos de  participación, de vida y de fe.

Un “nosotros “que crece al desplegar nuestra vocación católica como Iglesia  que responde unida a este signo  de nuestro tiempo. Es una llamada para entrelazar nuestros  esfuerzos misioneros.  Se trata de incorporar las vidas de los migrantes en el horizonte común de cuanto hacemos, vivimos y celebramos. Todos necesarios y amasando nuestras posibilidades desde un “nosotros” que  abraza y acoge.

Un “nosotros “que se hace grande cuando aprendemos  a caminar con la sociedad civil, aportando nuestras  miradas  de fe y la sabiduría de nuestro camino. Poner  todo el esfuerzo en constituir  con todos, un sistema  que normalice la migración legal y segura a largo plazo, y que  se base plenamente en una ética  apoyada en los derechos humanos, en el horizonte de fraternidad universal y en el derecho internacional

Los cristianos  somos  parte del “nosotros”. No podemos dejar a los que toman las decisiones, ni  a los gobernantes ni a quienes  gestionan la crisis.

Es hora  de incorporar el grito  de tantos y de acoger las huellas ya marcadas.  Gracias  a  todos los que están en primera línea  de acogida, a los que ponen las bases  para establecer vías  legales de migración, pactos migratorios  sostenibles y a los que  abrazan  a los que llegan en nombre de Jesucristo.

Todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más  “otros”, sino sólo un “nosotros”, grande como toda la humanidad.

Antonio

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