DOMINGO 29 TIEMPO ORDINARIO
CICLO B.
No cabe duda de que los
hijos del Zebedeo, Juan y Santiago, son dos personas valientes y resueltas: está decididos a
aceptar todos los riesgos y sufrimiento
que haga falta, con tal de estar en la gloria del Señor, uno a su derecha y otro a su izquierda. Pero
también es verdad de que ambos actúan en esta ocasión, con
una prepotencia desmedida y con muy poco respeto y caridad hacia los
otros discípulos. Que tienen motivos de
sobra para “indignarse”.
Deben saber además que el más digno de sentarse
a la derecha o a la izquierda es
decisión del Maestro, eso lo decide sólo Dios a su debido tiempo.
Dios no nos salva por ser más o menos
importantes socialmente, Dios nos salva
por nuestra humildad y amor ante él y por nuestro amor y servicio hacia los
hermanos. Dios nos salva por nuestra capacidad
de servir, no por nuestra capacidad de mandar.
En el grupo de Jesús
la grandeza se demuestra poniéndose a lavar los pies, y los primeros
puestos son puestos de servicio
a los demás. Y Jesús es el que da
ejemplo de todo esto con su propia vida, con su entrega en la cruz y con su
resurrección.
Eso es lo que importa, servir como Jesús, entregarnos como Él a la misión de transformar este mundo y anunciar su mensaje. Ahora como entonces, hay una inmensa tarea ante nosotros. Ser cristianos es mucho más que un nombre. Venimos a ser y a servir, y somos fuertes porque Él ha puesto su mirada de amor en cada uno de nosotros para que seamos sal de la tierra y luz del muido y ser testigos de aquel que ha dado la vida por nosotros.
Antonio
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