DOMINGO 28 TIEMPO ORDINARIO CICLO B.
Las cosas en el mundo y, ni que decir tiene, las personas,
nos resultan amables, seductoras,
atractivas. Vemos tantas cosas que
merecen la pena, que las amamos, que sin querer podemos
convertirlas en un obstáculo para el seguimiento. En general el
problema al responder a la llamada de Jesús a seguirle, es llegar a desplazarle a Él del
centro de la vida y sustituirlo por algo bueno, no por algo malo. El hombre del
Evangelio lo sustituye por sus bienes honradamente
obtenidos y se pierde entre las cosas buenas, incluida la religiosidad vivida
desde pequeño. Evidentemente también nosotros nos podemos perder entre las
cosas malas, claro que sí. Al final hemos de
pedir la sabiduría que nos haga libres ante tantas cosas que nos pueden
seducir y apartar del verdadero seguimiento del Señor.
Se marchó triste. El joven no se va del encuentro diciendo
que Jesús estaba loco o furioso ` por proponerle semejante destino, sino
triste. Tal vez se entrevé algo de
esa sabiduría que considera lejos de sus posibilidades. Sin embargo, da una
respuesta negativa: se marcha pesaroso. Y eso que Jesús le mira con cariño. Pero no es suficiente. Pueden
más sus riquezas que la fuerza de la
Palabra de Dios que él conoce y lee. Se conforma con ser un simple
practicante de la ley de Moisés.
Podríamos decir que el Señor nos va llamando a lo largo de
nuestra vida a acercarnos más a Él y
seguirle más de cerca. No podemos
conformarnos con ser cristianos sin más.
Hemos de estar atentos a su Palabra que nos invita siempre a seguirle
con más radicalidad. Y esa radicalidad en el seguimiento de Jesús implica desprendernos de todo aquello
que, aun siendo bueno, lo dificulta y pone a prueba nuestra confianza en Dios,
y solo en Él.
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