Asunción de la Virgen Maria

 


LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA.

La Iglesia entera se llena de gozo por celebrar una  de las fiestas más  arraigadas en la  tradición popular de nuestra fe cristiana: la Asunción de la Virgen María.

La declaración oficial  del dogma  fue el 1  de noviembre  de 1950.

Hoy nos sentimos  llamados  a la felicitación, la  alegría y la fiesta. En esa alegría nos fijamos  de manera de manera especial en esa expresión de júbilo por parte  de Juan. María  e Isabel  sienten la alegría que se muestra en el movimiento que notan en su interior.  En ellas  dos podemos ver manifestada la alegría  de encontrarse. En estos días  de verano para muchos pueden ser días de encuentro. Nos trasladamos a nuestros lugares  de origen o nos vemos con  otras personas que habitualmente  no viven en nuestro entorno. Experimentamos la alegría de volvernos  a ver. Buscar esos momentos y hacer  que sean agradables  son base de la experiencia de alegría. Pero  la alegría auténtica nos la muestran tanto María como Isabel. Las dos manifiestan la alegría de no centrarse en ellas. El centro de su existencia e Dios.

La causa de la  alegría está  en la fuerza  salvadora  de Dios.  Nace  de la presencia de Dios  en nuestras vidas. Si  caminamos y vivimos en  verdad la presencia  de Dios saldrá a nuestro encuentro y se manifestará en algún momento.

Nuestro tiempo es un tiempo en busca  de libertades que a veces no van emparejadas con la verdad. Esto nos hace, en ocasiones,  vivir  en un estilo  de vida  en el que no manifestamos la verdad sino que expresamos en ese momento lo que conviene.  Desde la sencillez de quien se  siente pobre, María manifiesta en la oración del Magníficat esa realidad en la que los humildes son enaltecidos. Desde esa acción silenciosa Dios se  va manifestando.

María, la madre  de Jesús y nuestra Madre, terminado el curso de su vida mortal fue  glorificada en cuerpo y alma y está  en el cielo.

Nosotros, los  creyentes, somos invitados hoy, mientras esperamos participar de la misma gloria  de María, a meditar sobre el verdadero sentido y valor de nuestra existencia desde la perspectiva de la eternidad, sabiendo que el cielo es nuestra morada definitiva.

Antonio

Comentarios