MARÍA ME ENSEÑA
A AMAR.
Que bien me siento
cuando voy a visitar a María en su Santuario. Me gusta mirar a María, me
conmueven su sufrimiento, su fidelidad, su fortaleza, su alegría. Me gusta
pensar que Ella siempre me espera para
pronunciar mi nombre, para darme un hogar y una misión. Y me hace saber que
siempre me espera, cada día, cada hora. Me espera y se alegra al verme llegar.
Llegue como llegue. Sucio, cansado, herido. Sabe quién soy, conoce mi nombre.
Ella siempre dispuesta a sostener mi paso, mi cruz, mi mirada. Dispuesta a
darme ánimos para una nueva lucha. No
desaparecen mis sufrimientos pero me
voy reconfortado y esperanzado.
Ella no pudo tampoco quitarle el peso del madero a su propio
Hijo. Sólo pudo sostenerlo con la mirada, alentarlo con sus lágrimas, darle
esperanza con sus ojos. Hoy no puede cambiar mi suerte, alterar los planes,
inventar un camino diferente. Por eso no lo hace. Y yo no lo espero. No le pido
un milagro que me libere de cualquier cruz.
Pero sí le pido otro milagro. Le pido ese milagro que logre
transformar mi alma egoísta en un alma honda y profunda, generosa, sin límites.
Le pido el milagro de comprender aunque sea mínimamente cuánto me ama Dios. De
saberlo de verdad, con el corazón. El milagro de ahondar en mi alma en mi vida
y sumergirme en su profundidad. Aceptándome como soy.
Le pido el milagro de llevar la cruz en el camino. Soportar
con paciencia y alegría el dolor. Y seguir luchando una nueva batalla un nuevo día.
Le pido el milagro de percibir aunque sea torpemente el significad
verdadero de Dios que es misericordia. Y entender que en mí hay oculta otra
misión de misericordia para los hombres.
No logro entender cómo Dios puede amarme sin condiciones, a
cambio de nada. María con su amor me permite atisbar algo de ese misterio.
Estoy llamado a perdonar y a perdonarme con el amor misericordioso de Dios. ¡Si
lograra entenderlo!
Quiero aprender a perdonar siempre desde mi incapacidad. Mi
amor es el pálido reflejo del amor de Dios. Hoy miro a María. Y veo cómo María
me mira y me acepta. Noto su misericordia abrazando mis heridas. Es un milagro
sentir que mi pecado no es nada importante cuando se sumerge en la hondura de
su amor, en ese abrazo suyo en el que casi desaparezco.
Llegamos a Ella con nuestras heridas y sabemos que es difícil
llegar a perdonarnos a nosotros mismos. Sólo puede ser obra de su
gracia. Por eso me gusta mirar a María.
Me conmueve. Me gusta saber que Ella obra milagros. Milagros de transformación. Logra cambiar mi mirada. Transformar mi vida. No lo
dudo. Ya lo ha hecho.
María es Madre de misericordia. Y quiere educar hijos
misericordiosos. Lo puede hacer en mí si abro la puerta. Un milagro de
misericordia, abierto para otros. Pero `para eso tengo que volver a agradecerle
por las obras de misericordia que hace conmigo.
María me mira con esperanza y me hace ver lo misericordioso que es Dios conmigo.
Antonio
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