ASCENSIÓN DEL SEÑOR.
JORNADA MUNDIAL DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL.
Celebramos la Ascensión del Señor. Una fiesta de despedida, de separación física.
Los apóstoles tuvieron que revivir la despedida, el
drama de la separación, aunque esta vez con
un final esperanzador y, además asegurando Jesús una nueva presencia del
Espíritu. El “ven y verás” que se ha tomado como lema para el mensaje que
enmarca esta jornada mundial de las comunicaciones sociales, es una llamada de atención a una sociedad que no sabe qué
verá. El confinamiento pasó, pero la llegada
de las diferentes olas vuelve a
ponernos alerta y solo bajamos la guardia cuando la curva se doblega, es entonces cuando dejamos
de prestar atención al entorno, como aquellos discípulos que esperaban
que aquella nube se moviese para ver si Jesús seguía tras ella.
En este momento presente, son muchas las circunstancias que
se nos pierden de vista al prestar atención a la información de la actual
pandemia. El papa Francisco, en su mensaje para este día, lo alerta cuando
habla del peligro de una información que mira desde los ojos del mundo más
rico, dejando de lado el drama social de
las familias que han caído rápidamente en la pobreza y tienen que ponerse en
colas del hambre y forman parte de una realidad molesta y así no son noticia.
San Pablo nos recuerda a nosotros, como a los efesios, la
esperanza de la vocación a la que hemos
sido llamados. En el mundo de la
comunicación hoy pueden entrometerse muchos interese ajenos por lo que tristemente,
la dependencia económica, hace peligrar la neutralidad y calidad informativa.
Hay que rescatar las virtudes que el Papa alaba en quienes van allá donde nadie
va: movimiento, deseo de ver,
curiosidad, apertura, pasión. Esto entronca con rescatar la vocación que se nos ha dado a cada uno según la medida del don de Cristo. Y
a los periodistas, y personas del ámbito de la comunicación, de un modo
especial.
El “no os alejéis de
Jerusalén” con el que Jesús alienta a permanecer en medio el peligro, que suponía seguir en una ciudad
que había condenado y ejecutado al mismo Señor, y que podría esperarse fuese el
mismo final para cualquiera que siguiese su camino, es una invitación a no
dejar de pisar la ciudad, evitando la tentación de comunicar desde palacio, sin
degastar las suelas de los zapatos.
Hoy el Señor regresa al Padre y se lleva consigo nuestra
humanidad. Hoy nos deja a nosotros el testigo en esta carrera de relevos de la
que forma parte toda la historia de la
Iglesia, de testigos del Testigo fiel. Sigamos recorriendo nosotros el mundo y ofrezcámosle con pasión
el mensaje del Evangelio que pueda leerse en nuestra vida.
Así daremos testimonio realmente creíble, el que nuestro
mundo anhela.
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