Domingo de la Divina Misericordia

 


2º DOMINGO  DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA.  CICLO B

La experiencia del encuentro de los apóstoles con el resucitado hace posible que cada uno de ellos pueda recapitular todo lo que han visto y oído con Jesús desde la clave  de la Pascua. Ahora todo es comprensible porque ahora todo tiene sentido. Jesús les  envía a que comuniquen todo lo que están viviendo y de lo que son testigos.

El Señor resucitado nos envía a ser testigos a comunicar nuestro testimonio de vida con él. Comienza ahora una nueva vida. El soplo del Espíritu hace que todo sea renovado y que el amor  de Dios al mundo se manifiesta.

El don del Espíritu santo provoca el efecto del perdón. Las cosa han cambiado tras la Pascua de Cristo y el perdón va unido al amor  de Dios. Perdonar es una acción que nace del amor. El amor  de Dios es un amor sin medida. Como consecuencia de ese amor Cristo les da a los apóstoles la capacidad de perdonar en nombre de Dios: “a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”.

Desde ese don de Dios podemos comprender el sentido de este domingo de la misericordia. Dios pasa  por su corazón nuestras miserias. No las pasa desde el rencor sino desde a voluntad de acoger nuestra sencillez cuando nos acercamos a él arrepentidos. El perdón y la paz son efecto de la reconciliación con Dios.

Hoy, en estén  día  de la divina misericordia, miramos  a Cristo glorioso, con las huellas de la crucifixión. Con un corazón del que mana  el agua del bautismo y la sangre de la eucaristía.

La exclamación de fe del apóstol Tomás:”Señor mío, y Dios mío” es la expresión de quien queda rendido ante la evidencia. Su confesión es la de quien  expresa al mismo tiempo el gozo y el arrepentimiento, la confianza y la esperanza, el amor y el compromiso.

Seamos como los apóstoles testigos de la resurrección viviendo la misericordia del perdón de Dios y la misericordia hacia los demás. Seamos también nosotros portadores de la paz de Cristo resucitado.

Antonio

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