DOMINGO 3º TIEMPO ORDINARIO CICLO B

Cuando Juan desaparece de la escena por su detención, comienza Jesús  a proclamar el Evangelio. El mensaje que proclama, por una  parte, conecta con el del Bautista: la llamada  a la conversión, y por otra, Jesús  añade una novedad: creed en la Buena Noticia. Esa noticia es muy buena porque nos habla del amor  que Dios nos tiene y esa bondad irá siempre acompañada del perdón y la misericordia.

Es necesario aprender lo que Jesús quiere comunicar. Elige  a gente sencilla, personas que  están en su trabajo cotidiano, abiertos a lo nuevo, a todo lo que pueda llenar en profundidad su corazón. Cuando los llama  a seguirle no pronuncia grandes discursos, ni largos razonamientos.  Expone, simplemente, el sentido  de la llamada con palabras  más bien escasas, pero concisas y certeras. Para convencer  a las personas no hay que hablar demasiado, sino que tienes uno que intentar primero que  te  entiendan hablando su lenguaje, y segundo, hay que hablar con convicción, creyéndose y sobre todo  dando ejemplo de aquello de lo que se habla. Todo discípulo de Jesús se apoya en tres piedras angulares: Conversión-fe-vocación. Todo comienza con la fe que te lleva  a la conversión, pero esa fe y esa conversión tienen que culminar en la respuesta   a la vocación que todos recibimos por el hecho  de estar bautizados. Solo queda que cada uno responda  y haga suya esa llamada del Señor, que la interiorice y la haga como proyecto personal de vida. Esa es nuestra tarea  y nuestra misión. Aunque reconozcamos que en nuestras vidas de creyentes hay más negaciones que seguimiento, el tener a un Dios Padre que nos acoge siempre, y no nos guarda rencor, eso nos da ánimos para seguir adelante superando lo que son desánimos y debilidad.

Ante la situación actual de descristianización que existe  a nuestro alrededor, no quedarme con los brazos cruzados o sentados en la tumbona sino que, con nuevo ardor con nuevos métodos, nuevas expresiones, en definitiva con nueva pasión y siendo audaces, y  dejar que mi corazón, como el de Dios,  se conmueva y vaya  a anunciar el amor  de Dios. El Señor nos  dice: ”Venid en pos  de mí y os haré pescadores  de hombres”. En nuestra ”pesca” ya no valen los discursos aprendidos. Hoy, como en los primeros siglos de la vida  de la Iglesia se necesitan testigos que anuncien con la vida y cuenten su propia experiencia de encuentro con Jesús.

 Estamos celebrando  el octavario por la unidad de los cristianos, una celebración que nos recuerda la unidad de los que creemos en Jesús. Es otra  de las tareas pendientes en la que todavía nos queda mucho por hacer, pidamos al Señor que entre todos vayamos consiguiendo la tan ansiada  unidad.

Le pedimos al Señor que nos siga dando fuerzas para ser más  consecuentes con lo que decimos creer.

Antonio


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