Bautismo de Jesús

 



“ESTE  ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECTO”

La fiesta del Bautismo de Jesús pone el broche final al ciclo navideño. Bien es verdad que no debemos  decir que la Navidad acaba con esta festividad porque, para un cristiano, Navidad es todo el año, ya que todo el año, Dios, Enmanuel, está con nosotros.

 Jesús como uno más, sin privilegios, se acerca a la fila en el río Jordán para ser bautizado. El bautismo de Jesús supone una experiencia transformadora de su vida. En adelante, lleno del Espíritu Santo, su vida, su persona y su palabra anunciarán el Reino  de Dios. Se siente sostenido, elegido y amado por Dios para realizar la misión de salvación a todos los hombres. Solo después  de sentirse “hijo amado” comienza la misión.

La fiesta del Bautismo de Jesús nos debe servir para recordar nuestro bautismo que es tanto como valorar que lo más grande es nuestra condición de hijos  de Dios y pertenecer a la Iglesia. En nuestro bautismo, se volvía  a repetir la escena del Jordán donde Dios nos adoptaba como hijos  suyos queridos. El recuerdo de nuestro bautismo nos  debe llevar  a fortalecer nuestra vida cristiana. Debe suponer dejar oír  de nuevo en nuestro interior aquellas palabras: ”Tú eres mi Hijo” y a partir  de entonces experimentar que nuestra vida de creyentes se revitaliza y fortalece por la fuerza del Espíritu que nos ha hecho hijos  de Dios, miembros  de su pueblo y anunciadores  de su Reino.

El bautismo transformó la vida de Jesús y debe transformar la nuestra. No podemos  vivir un cristianismo anodino y mortecino, debemos encontrar fuerza, coraje y energía para anunciar el Reino  de Dios, sobre todo en este tiempo, para mostrar la grandeza de  nuestro ser bautizados.

Como bautizados y miembros de la Iglesia nos debe  preocupar: ” comunicar la Buena Noticia de Jesús al mundo actual”, como nos dice el Papa Francisco.

No tengamos miedo y con la gracia del Espíritu seamos evangelizadores  de nuestro mundo, tan necesitado del amor  de Dios .

Antonio

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