En este cuarto domingo de Adviento, destaca en primera línea
la figura entrañable de María de
Nazaret, la muchacha elegida por Dios para ser la Madre el Mesías Salvador. Ella, la que mejor vivió en su
propia existencia el Adviento, la Navidad y la Epifanía, es nuestra mejor
maestra para la vivencia de este
misterio.
La que primero escuchó la Buena Noticia, desde la más
profunda admiración, alegría y gratitud, fue
María de Nazaret. Su respuesta
fue de acogida abierta:”Hágase en mí
según tu palabra”. Ella aparece hoy como la mejor representante de todos los
que en el Antiguo Testamento, esperaron al Mesías,” la verdadera hija de Sión”, y de todos los que en el Nuevo Testamento,
acogieron al enviado de Dios, la primera
cristiana, miembro de la Iglesia de Jesús.
Este ejemplo nos estimula a que también nosotros respondamos
a la venida del Señor con la apertura de puertas y corazones. Muchos, en este
mundo, no saben por qué hacen fiesta o
por qué se hacen regalos en la Navidad.
Nosotros, los cristianos, sí, y nos disponemos a celebrarla desde un nivel
humano, y a la vez de fe, por la renovada gracia de la venida del Señor. Y lo hacemos con las mismas actitudes que
vemos en María: confianza, humilde agradecimiento, total apertura a su voluntad, alegría por la venida de Dios a
nuestra historia y convicción de que desde entonces hace más de dos mil años, Cristo Jesús, aunque no le veamos,
está muy activamente presente en nuestra vida. Lo demás es consecuencia: porque
ésta es una Buena Noticia como para hacer fiesta y alegrarse y reunirse en
familia y felicitarse, todo lo que esta pandemia nos deje.
Cuando celebramos la Eucaristía es siempre Navidad. Lo que pasó en María el
día de la Anunciación-Cristo se hizo
presente en ella por obra del Espíritu Santo- es lo que pasa en el altar,
cuando el pan y el vino se convierten
por obra del mismo Espíritu en el Cuerpo y Sangre salvadores de Cristo
Jesús, que se nos da como alimento. Por eso la Eucaristía es la
mejor preparación y la mejor celebración de la Navidad.
Antonio
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