DOMINGO 3ª DE ADVIENTO
CICLO B.
Seguimos avanzando en el camino del Adviento. Un caminar en
la esperanza de encontrarnos de nuevo, con nueva fuerza, con el Señor que nos
salva.
La imagen más adecuada para entender el momento en que nos encontramos, es la de la madre en la espera tensa, dulce,
alegre, entrañable del hijo que lleva dentro. Y la madre que espera a su hijo,
lo hace activamente: ella mismo se va preparando, tanto física como sicológica y anímicamente; como también
en todo el resto de detalles: los
preparativos, la casa, las cosas necesarias. Ella no está ociosa. Sus manos, su
mente, su corazón, todo su ser está
actuando para que la venida del nuevo ser
no le coja desprevenida y para que a éste no le falte nada.
Bella imagen ésta de
la madre. Así es el Adviento cristiano. ¡Atentos, por favor!. Ahí estamos y no
podemos despistarnos. ¡Nos jugamos
demasiado!. Sería una pena perder
una oportunidad como la que tenemos delante.
Este domingo tercero de adviento nos ofrece la figura del
Bautista, la de un profeta que se
presenta como precursor y preparando los caminos y, al mismo tiempo, pone en
cuestión la vida de las gentes. De ahí que denuncie el pecado y anuncie un
porvenir de esperanza. Él es el
“testigo de la luz” de aquel que “viene
detrás de mí y al que no soy digno de
desatar la correa de la sandalia”.
Ésta es también la tarea de la Iglesia, de cada creyente:
“ser testigo de la luz”, de la Luz verdadera que ilumina a todo hombre y mujer.
En este domingo de la
alegría, con la mirada orientada hacia la Navidad, la Iglesia nos invita a
testimoniar que Jesús no es un personaje del pasado. Él es la Palabra de Dios
que hoy sigue iluminando el camino del hombre; sus gestos: los sacramentos, son
la manifestación de la ternura, del consuelo y del amor del Padre hacia cada ser humanos. Que la Virgen María, “Causa de
nuestra alegría”, nos haga cada vez más alegres en el Señor, que viene a
liberarnos de muchas esclavitudes interiores y exteriores.
Antonio
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