DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO CICLO A.
EL
MANDAMIENTO MÁS IMPORTANTE: EL AMOR.
La propuesta que Dios nos hace hoy, que Jesús nos ofrece, no es difícil de entender.
Se puede formular así: Dios es amor. Él
nos ama, quiere que le amemos y confiemos
plenamente en Él; desea que le abramos
el corazón y seamos así hijos suyos. Y
Él nos comprende cuando le hablamos; nos
tolera cuando erramos. Él nos anima cuando estamos desilusionados y nos sonríe
cuando estamos tristes.
Pero, quiere también que amemos al hermano. Y aquí se nos complican las cosas. Nos cuesta amar a la
persona arrogante y mentirosa; a la que
habla mal de mí; a la que no soporta mis defectos; a la que dice siempre lo contrario de lo que
decimos, a la que está cerca y nos desprecia; a la que……Nos cuesta mucho amar
al prójimo.
El “amor a Dios” y el “amor
de Dios” tiene un rostro concreto y que no podemos eludir: El amor al
prójimo, al próximo. Lo que no pasa por ahí, es engañarnos. Así de claro y
contundente.
Para amar también es importante tener experiencia de amor, de sentirse amado.
Conocer y experimentar el amor de Dios
nos ayuda a poder compartirlo con los hermanos. Sentir que Dios nos ama incondicionalmente
y nos perdona siempre, nos capacita para poder hacer lo mismo nosotros con los
demás. El amor se hace universal, sin
fronteras, incluso a los enemigos, a los
que no nos caen bien, a los que, como a Jesús hoy, también a nosotros nos ponen
las cosas difíciles.
Para experimentar ese amor y poder compartirlo, necesitamos
estar cerca del que más nos quiere,
cerca del Amor de los Amores, pasar ratos con Él, en su presencia, en la
oración, escuchando su Palabra, para
poder vivir la caridad con los demás, especialmente con los más necesitados.
En la Eucaristía podemos experimentar ese AMOR, con
mayúsculas, el Amor más grande, el que
lleva a dar la vida.
Pidamos a Dios que nos llene el corazón de su Amor para que
todas las personas lo puedan conocer y experimentar a través nuestro.
Antonio
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