Domingo XXIX de tiempo ordinario. Ciclo A




JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES.

La pregunta “¿A quién enviaré?” viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad. En nuestro mundo intercomunicado no podemos aislarnos y tomar nuestras propias decisiones sin que influyan en los demás sectores sociales y religiosos. Tampoco podemos permanecer al margen de las decisiones que se toman, si no fueran con nosotros. Hemos de conocer nuestro mundo y su funcionamiento para poder ser testigos del Señor.

Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae. No somos nosotros los que tomamos la iniciativa, sino que respondemos a la vocación que Dios nos ha dado, a la llamada que nos ha hecho. Desde esa respuesta, nuestras actitudes, nuestros gestos, nuestra predicación y caridad son fruto de la fuerza del Espíritu Santo.

Nadie está excluido del amor de Dios. El mensaje de Jesús de ir por el mundo entero implica a toda la humanidad, nos abre a todas las culturas a todas las dinámicas de vida evangélica. Todos tienen derecho a escuchar la Palabra de Dios, a ser invitados a participar de la vida divina. Y todo eso no en abstracto, sino en el hoy de la Iglesia y de la historia.

Comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad, el sufrimiento, el miedo. El aislamiento, la pobreza nos interpelan.

La misión tiene desde su origen, la dinámica del envío. El Padre envía a su Hijo y al Espíritu Santo; Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Evangelio a todas las gentes.

Toda la historia de la Iglesia se ha tejido con envíos de misioneros que, desde sus comunidades de origen, han salido anunciar a Cristo con obras y palabras, formando nuevas comunidades.

Que María, nuestra Madre, la Estrella de la Evangelización, la primera discípula misionera de su Hijo Jesús continúe intercediendo por nosotros para que llevemos a Cristo a tantos que están necesitados de su amor.

Antonio


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