DOMINGO 26 TIEMPO ORDINARIO CICLO A
JORNADA
MUNDIAL DEL MIGRANTE Y REFUGIADO
“COMO JESUCRISTO OBLIGADOS
A HUIR”
El papa Francisco nos exhorta en el Mensaje de la Jornada de
este año a “conocer para comprender”, porque el desplazado, el emigrante, la
prostituta, no son números, no son estadísticas, son personas; y si nos encontramos
de igual a igual podremos
conocernos en sus historias. Podremos comprender, por ejemplo, que la
precariedad que hemos experimentado con sufrimientos, a causa de la pandemia es
un elemento constante en la vida de los
desplazados.
El himno de Filipenses
presenta a un Jesús despojado para ser
glorificado. Jesús, en el corazón de lo humano, para descubrir en ello lo
esencialmente divino. Podríamos decir
que Jesús se desplaza, emigra, en un
movimiento descendente de lo divino, sin
distinción, recatando la verdadera naturaleza de lo que somos, para iniciar un
viaje de vuelta, ascendente, como Hijo amado
e Dios.
Por eso podemos entender más fácilmente cómo en el viaje del
migrante y desplazado, en los momentos
de despojo y de desierto, hay un verdadero itinerario espiritual, donde
muchos de ellos encuentran el rostro de ese Dios que camina a su lado, compartiendo sus dolores y
alegrías, hasta alcanzar la tierra prometida. Igualmente, los que acogen, deben
abajarse, hasta reconocerse ellos mismos migrantes, compañeros y hermanos del
que llega, deben despojarse de prejuicios y ver su rostro en el rostro del
diferente. Así juntos podrán recorrer un camino ascendente, enriqueciéndose
mutuamente en ese proceso, es así como llegaremos a experimentarnos hijos en el
Hijo, Jesús.
También el Santo Padre en su Mensaje destaca dos verbos que
se implican mutuamente: “Hacerse prójimo para servir”, que puede iluminar este movimiento
de compartir lo humano.
Al igual que en tiempos del profeta Ezequiel, parece también
que el mal de los migrantes se hereda:
las muertes en el mar y las fronteras se repiten, la explotación del
extranjero, el desplazamiento forzoso, la violación de sus derechos emerge como
algo endémico, imparables, como un pecado estructural que crece y se multiplica de generación en generación. Sin
embargo, la voz del profeta Ezequiel sigue resonando en el presente: si practicáis
el derecho y la justicia tendréis salvación, viviréis y no moriréis.
Otra pareja de verbos
extraída del Mensaje de la Jornada puede muy bien ser voz
profética:”escuchar para reconciliarse”. Escuchar el gemido de los más
vulnerables, de los desplazados, del planeta gravemente enfermo. Como el mismo Dios que, a través de
los oídos de su Hijo, escuchó el grito
de súplica de la humanidad, hoy son
nuestros oídos, los que están llamados a
escuchar para poder reconciliarnos con el prójimo, con los descartados, con
nosotros mismos y con Dios.
Antonio
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