Creo que esta pandemia está alimentando mi alma para hacerla
más fuerte y profunda. Me ha quitado un poco el miedo a perder la vida. Me ha regalado un corazón
más grande para amar con más intensidad
a los míos. Creo que puedo ser más niño de lo que nunca he sido.
He pedido por tanta gente
que desconozco. Y he querido a
tanta gente que aún no he visto. He
sentido en mi alma el destello de un fuego que viene de lo alto. No me lo he
inventado, ha sido Dios quien lo ha
encendido dentro.
He recorrido caminos nuevos por sendas nuevas. Pensando que
la vida se define en ese momento
concreto que vivo ahora mismo. He aprendido a contemplar el instante que
Dios me regala sin exigirle al futuro
que todavía no llega. He abrazado sin
miedo la vida que hoy tengo, pues sé que hasta ahora es lo único que me dejan abrazar.
He comenzado de nuevo
tras haber visto algunas caídas. He amansado el asno que llevo dentro,
que se rebela incluso contra mí mismo,
con dosis de paciencia y mucha calma.
He empezado a levantarme sobre mis propias fatigas. Sonrío con más
gana, quizás he rejuvenecido. Y las semanas pasadas me han dejado sino en mi
alma una fuerza que antes desconocía.
Tengo el corazón más grande, más
lleno de personas que antes no conocía. Y he sentido en mis manos el peso de este mundo.
Me ha turbado, es cierto, la muerte de inocentes. Pero tengo
que decir con nostalgia de infinito que
el cielo en estos días se me ha hecho más presente.
El cielo en aquellos que trabajan por servir la vida ajena
sin cuidar su propia vida. He visto a Dios presente en tantos que se entregan en silencio oculto sin exigir
aplausos.
He sembrado esperanza con palabras muy pobres pretendiendo
cambiar la vida de los hombres.
¡Vana ilusión!. Las palabras se las lleva el viento y solamente son los
actos que las refrendan los que pueden cambiar el mundo.
Quiero que mi amor sea
más grande. Más grande todavía de lo que
nunca ha sido. No quiero pensar mal de nadie y hablar siempre en positivo. Tejer esperanzas nuevas
con los mismos hilos de siempre.
Quiero poner el acento en la confianza que tengo, en la que
me han dado y en la que doy. No quiero desconfiar más de nadie en mi camino..
Tengo en mi alma un sueño que brota cada mañana. Es un sueño
pequeño, es un sueño muy sencillo. Mi
sueño es simplemente que cada día que amanezca lo haga con una sonrisa. Eso
espero. No le exijo a la vida que me dé lo que me debe. Tampoco sé cuánto me debe.
Sólo sé que he amado,
he soñado y he esperado siempre todo lo que he vivido. Y cuando no lo he tenido
simplemente no me he amargado.
Vuelvo a acariciar la
tierra de la cual he comido su fruto. Volveré a ver los rostros amados de
siempre y los nuevos. Volveré a escuchar
las voces y los cantos en la tierra. Este tiempo no se ha perdido, solamente
está enterrado. Y de la tierra surgirán nuevos frutos. Y mi corazón entonces
será más grande, más libre.
Antonio
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