Corpus Christi. Hambre de Dios, Hambre de Hermano


Y esto lo ha entendido muy bien la Iglesia al presentarnos con la fiesta del Corpus Christi en la cual adoramos a Jesús en la Eucaristía, nos presenta también a los pobres e indigentes y a tantos necesitados  en el día de Cáritas.

En la solemnidad del Corpus  Christi, el Señor, compadecido  de nuestra enfermedad pandémica, de nuestra desesperanza y soledad, nos invita  a encontrarnos con Él en el camino y a sentarnos a comer  en su mesa. Espera así que, unidos  a  Él,  nos convirtamos en testigos de la fe, forjadores de esperanza, promotores de fraternidad y constructores  de solidaridad en medio  de esta situación tan doloroso que estamos pasando. 

Un Dios encarnado que se hace compañía de nuestra soledad, Pan de nuestras hambres y gesto vivo del amor que empieza en Dios, abraza al hermano, para volver a Dios.

Jesús es el Pan de Vida, y así se presenta, como pan bajado del cielo, pero con tal cualidad que a diferencia del maná que también bajó del cielo, el que Jesús ofrece no vale para quitar el hambre fugaz y momentánea, sino el hambre más honda: la del corazón. Jesús viene como el pan definitivo que el Padre envía, para saciar el hambre más profunda y decisiva: el hambre de vivir y de ser feliz.

Pero seguir a Jesús, nutrirse de Él, no significa desatender y abandonar a los demás. Torpe coartada sería ésa de no amar a los prójimos porque estamos “ocupados” en amar a Dios. Jamás los verdaderos cristianos y nunca los auténticos discípulos que han sacudido las hambres de su corazón en el Pan de Jesús, se han desentendido de las otras hambres de sus hermanos, los hombres. Comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos. No son la misma comunión, pero son inseparables. Al comulgar con el Cuerpo de Cristo, somos enviados por Él con la energía y la luz necesarias para salir al mundo, para partirnos por los heridos de la vida, para forjar las comunidades que puedan recibirlos con hospitalidad evangélica.

Y esto lo ha entendido muy bien la Iglesia cuando al presentarnos  la fiesta  del Corpus Christi en la cual adoramos a Jesús en la Eucaristía, nos presenta también a tantos  afectados por  esta crisis que estamos padeciendo, a los pobres e indigentes, en el día de Cáritas. Difícil es comulgar a Jesús, ignorando la comunión con los hombres. Difícil es saciar el hambre de nuestro corazón en su Pan vivo, sin atender el hambre de los hermanos: tantas hambres en tantos hermanos.

Pedimos la intercesión  de María, “custodia viva del Señor”, para que nos libre de la pandemia provocada por el coronavirus y de tantas otras pandemias que a veces nos quedan lejanas pero que provocan sufrimiento a muchos hermanos y hermanas nuestros y de todo el mundo.

Que Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos ayude a poner siempre nuestro corazón en los bienes  del cielo y oriente nuestra mirada hacia sus hijos más necesitados.

Antonio


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