Sentirse libre estando confinado




Quiero soñar imposibles desde mi ventana, a contraluz, contra el viento. Tomar aire, sacar la cabeza  por la ventana  de mi vida y sonreír. Mirar el sol como si fuera la primera vez. Verlo salir entre las nubes o dormir en el horizonte. Es estrecha  a veces la vida, ahora más  que nunca. Por  eso no dejo  de soñar despierto.
Con la vida fuera de estas cuatro paredes que son mi vida ahora. La vida de los enfermos en el hospital. La vida de tantos que  se entregan por los que sufren arriesgando su vida. Hay héroes anónimos vestidos de blanco entre camas de hospital.
He  dejado de correr, de caminar. No sé  si me  acostumbraré a mi nueva   vida cuando resucite.
De momento en medio de esta encrucijada no dejo  de soñar. Alzo mi voz al cielo para que  me oiga Dios, y entienda, que no he perdido la esperanza. Quiero que  sepa Dios que sigo caminando, corriendo, entre cuatro paredes. Soñando con una vida inmensa y un amor más  grande.
Me han reducido lo importante a las distancias  cortas. Y han alejado de mí a los que quiero tanto. ¡Cuánto echo  de  menos los besos, abrazos, las  caricias y sonrisas  de mis nietos! Y no por eso mi amor  es menos hondo.
Una pantalla me ayuda  a avivar los recuerdos. Y aumenta la sensación de poseer la vida entre mis manos.
Y en medio  de este cautiverio decido tomar decisiones importantes. Saber  bien lo que deseo. Está todo en mis manos. Mi manera  de vivir la  vida, la forma  de enfrentar mis miedos. Yo decido y elijo. Mis decisiones me forman. Me hacen.
Parece  sencillo elegir, decidir y es lo más  difícil. Elijo soñar y no quedarme  quieto. Desear lo más  grande  e idear un mundo mejor.
Decido ser libre y no esclavo. No es tan sencillo. Decido hacer  el bien y evitar el mal. No siempre me resulta. Opto por Jesús en todo lo que hago. ¿Qué hubiera hecho Él ahora? ¿Cuál sería  su actitud en medio  de esta pandemia?
Parece todo sencillo y no lo es. Decidir  me forma. Pero no siempre decido lo correcto, lo que  me hace  bien, lo que me salva. Me doy cuenta  de  mi pobreza y debilidad para alcanzar  mis deseos, me acuerdo de Santa Teresita cuando decía:”Deseo ser santa, pero conozco mi impotencia y te pido, Dios mío, que Tú mismo seas  mi santidad”.
No soy santo. Dios  es mi camino. Esa puerta que se abre ante mis ojos. Ese sueño realizado en Él, ahí tengo la vida. Tengo una paz profunda porque decido vivir el presente con alegría y esperanza, ante  este tiempo que se  alarga sin pausa.

Antonio

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