Este Domingo es el más
importante del año litúrgico: los demás reciben su sentido de este de Pascua.
Esta noche pasada hemos encendido el Cirio Pascual, símbolo
de que creemos firmemente en la presencia del Resucitado en medio de nosotros.
Hemos escuchado la mejor noticia que podríamos oír: que el Espíritu de Dios ha
resucitado a Jesucristo de la muerte y le ha constituido para siempre en
Salvador y Señor de la historia.
La Resurrección del Señor es manantial de eternidad que
reafirma la fe de que un día resucitaremos con él
Los próximos domingos leeremos los Hechos de los Apóstoles con el
trasfondo de la Primera Comunidad
Cristiana que, en medio de dificultades y persecuciones, supo dar testimonio de
la resurrección de Cristo Jesús en medio de un mundo hostil. ¡Ella fue en
verdad una Comunidad Pascual!
Nosotros cristianos del siglo XXI, estamos invitados y somos
enviados a ser testigos de Jesucristo en
nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro mundo. Lo que hicieron
valientemente aquellos primeros cristianos, ahora más que nunca, lo debemos
continuar nosotros en medio de una sociedad que no desea escuchar este mensaje.
Pero, para nosotros, la Pascua debe tener consecuencias en nuestro estilo de
vida para que nuestro testimonio sea creíble. La vida pascual está hecha de
novedad, de libertad interior, de alegría profunda, inagotable, de energía vital,
de lucha contra el mal, de entrega a los demás, de fe y esperanza, como nos
decía en la Vigilia Pascual el Papa.
Es a eso a lo que nos
mueve el Espíritu de Cristo Resucitado. Es esa la gracia y la fuerza que nos
comunica.
Que también nosotros como los discípulos y la Virgen, nos
dejemos llenar de la gracia del Resucitado para ser santos.
FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.
Antonio
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