El coronavirus es un suceso inesperado en nuestras vidas. Nadie
imaginaba las consecuencias que iba
a tener en el desarrollo normal de nuestras actividades, pero es tan real como que en muchos países, como en el nuestro, se
han tomado medidas drásticas como confinamiento, cuarentena, supresión de
viajes y reuniones, saturación de hospitales.
Estamos en Cuaresma y esto nos puede ayudar a vivir el
coronavirus con un sentido cristiano. La Cuaresma nos propone un tiempo para
vivir el espíritu de la penitencia y ahí
está el coronavirus poniéndonoslo en bandeja.
El coronavirus es algo que nos viene dado, pero cada uno
puede hacer de esta etapa lo que quiera: unos
días de queja estéril y mal humor, o un período de crecimiento
personal y de acercamiento a Dios,
mediante la oración, el ayuno y la limosna.
La oración. El coronavirus nos puede ayudar a levantar la
mirada al cielo, a recordar que somos
vulnerables. Con facilidad olvidamos que
estamos en las manos de Dios. Ahora que olemos
la posibilidad de caer enfermos o tememos por la salud de nuestros seres
queridos, sabemos que Dios está siempre con nosotros y cultivemos la
esperanza.
La Providencia es eso:
el cuidado amoroso que Dios tiene de los seres creados. Aunque nosotros nos
hayamos olvidado de él, él sigue rigiendo nuestros destinos. Y espera de nosotros una respuesta amorosa.
¿Hemos incluido a Dios
en nuestras conversaciones sobre el coronavirus? ¿O nos hemos olvidado de Él y
estos días asistimos estupefactos a la
sucesión de las noticias?
Si estamos en cuarentena o en aislamiento, o se ha reducido
considerablemente la vida social, ¿por qué no organizar un encuentro personal
con Dios en la oración? Queda con Él
para hablar de tu vida, de tu
situación, de tus preocupaciones, de tu familia. Puedes y tienes tiempo para hacerlo en algún momento de recogimiento en casa. Toma el Evangelio,
reza, lee un libro espiritual.
Si llevamos un tiempo apartado del Señor, la Cuaresma es momento
de conversión, de purificar y de renovar. Reza en familia. Todo esto nos
mantiene en presencia de Dios.
Ayuno. El coronavirus comporta un cambio de planes. Seguro que cada uno de nosotros sabe en qué
cosas esta situación supondrá un sacrificio, una forma de ayuno. Vivir estos inconvenientes con sentido cristiano es
ver en ellos la posibilidad de ser como Cristo: vivimos este sacrificio
unidos a Jesús que murió en la Cruz por
amor. . No salir de casa para evitar el
contagio masivo, es un modo de vivir la solidaridad y de salir
del egoísmo: hay que pensar en los demás y en su bien. Hay que
obedecer a las autoridades sanitarias y políticas,¡ con lo que nos
cuesta a nosotros esto!
Hay que vivir el sacrificio en casa: detalles de servicio, adelantarse a los que necesiten
de los demás, roces de carácter, choque por el nerviosismo de estar en casa y
no poder salir, gestión de los niños, problemas laborales, paciencia,
comprensión.
Limosna. El espíritu de penitencia se manifiesta en
darnos y dar lo nuestro. Para un
cristiano, la preocupación social es una manifestación de sentirnos parte de la
familia de Dios: no olvidamos a nadie.
Por eso sacrificarnos pensando en la
salud de las personas que corren más
riesgo es un deber para cumplir.
Estos días de Cuaresma
del coronavirus se puede proponer un ahorro familiar y darlo a los pobres, a la Iglesia. Cáritas necesita
más que nunca salir en ayuda de tantas personas necesitadas de cualquier cosa.
Los niños y adolescentes pueden ser muy
conscientes de que participan en la
limosna con sus pequeños ahorros.
Mayores y pequeños aprendemos a ser más generosos en esta cuaresma tan especial.
Dar de lo material ayuda a salir
de nuestro yo.
Antonio
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