En el alma, Señor, una caricia tuya,
un beso de tu amor y una sonrisa,
para llenar mi vida de ambiciones,
tu ambición y tu gloria, y tu alegría.
Tu alegría, Señor, que yo entrevo
cuando te siento sembrador de amores,
porque solo por mí creaste el cielo
y solo para mí nacen las flores.
Mi juventud es tuya, tú lo sabes,
tuyas mis esperanzas y mis sueños;
por ti, Señor, desgastaré mi vida
hasta hacerte querer del mundo entero.
Gracias, Señor, porque tu amor es mío,
por haberme admitido a tu servicio,
por tener en el alma tu sonrisa;
te seguiré, Señor, por donde quieras,
con la paz de tu amor en la mirada
y tendré el corazón hecho de hoguera
para abrasar al mundo con tus llamas.
Anónimo.
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