Epifanía del Señor




EPIFANIA  DEL   SEÑOR.

El relato evangélico  de los Reyes  Magos comienza con el deseo de buscar a Dios, de ponerse en camino. Aquí radica el misterio que hoy contemplamos. La historia  de la humanidad, la historia  del hombre se resume en buscar a Dios, en adoptar una actitud de ponernos en camino al encuentro definitivo con Dios. Alcanzarlo o no, dependerá de que nos dejemos guiar bien. No todas las luces y las estrellas muestran el buen camino. Necesitaremos la luz, la estrella que guíe e ilumine nuestros pasos y que nos lleve no con pocas dificultades ante el Niño Dios. Necesitaremos el consejo de los demás, la compañía  de otros para no perdernos, ni abandonar el camino, y poder mutuamente ayudarnos.
Los Magos al llegar ante el pesebre adoraron al Niño. Gesto de respeto, de veneración y de entrega. Al encontrarse con Dios le rinden pleitesía ofreciéndole  sus dones. Descubren en aquel niño, al Salvador del mundo y no dudan en regalarle como a un rey. Aquellos  regalos hoy nos pueden plantar ¿qué regalamos  nosotros a Dios?. No siempre somos generosos dando lo mejor. Muchas  veces nos cuesta dar tiempo al Señor en la oración, en la Eucaristía dominical. Tal vez no hemos descubierto a nuestro rey y nos guardamos para nosotros los regalos.
Aquellos tres magos después de adorar al Niño Dios, volvieron a su casa por otro camino. El encuentro con Dios produce  en nosotros un cambio, una actitud nueva, un volver  a la vida por  otro camino. Ya no se va por el camino del odio, del temor, de la duda, del miedo, ahora se vuelve  a casa por caminos nuevos, con ideas nuevas y con nuevas esperanzas. Aquí tenemos el compromiso de este día  de Reyes, imitar a  aquellos Magos, buscando siempre a Dios, descubrirle como nuestro Rey ofreciéndole nuestra vida y volver a ella renovados.


Antonio

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