ANTE EL NUEVO AÑO.
No es lo
mismo cómo comenzar el nuevo año. Una
predisposición positiva hace la diferencia.
Podemos comenzar, con mirada agradecida al recién año pasado,
agradecer por lo que se considera obvio: la salud, el agua, el sol,
el trabajo, la familia,,,,,Y la
posibilidad de poder darlo, para los que pudieron hacerlo.
Agradecer a las personas que
hemos encontrado a lo largo del año. Una mirada creyente de la vida
lleva a descubrir la voz de Dios en todo. ¿Qué me quiso decir Dios con aquella persona que conocí, a la que
reencontré, con la que me cayó mal, con
aquella que tuve una buena experiencia,
o mala?. Nada es por casualidad. Todo encuentra un sentido a su luz.
También hacer un buen ejercicio de perdón. Perdón por el
tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor
desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el mal trabajo mal hecho y
perdón por haber vivido muchas horas sin
entusiasmo. Quizá perdón por haber rezado poco. Perdón por los olvidos, descuidos
y silencios, por el bien no realizado.
Comencemos
el nuevo año con algún propósito. Entre ellos, mejorar el trato. Se ha deteriorado
mucho la convivencia. Mejoremos el lenguaje. Podemos estar en trincheras
políticas e ideológicas distintas, pero no tenemos porqué tratarnos mal. Usemos más la palabra mágicas
de perdón, por favor. Evitemos
los chismes. “Cada vez que juzgamos a nuestro
hermano en nuestros corazones, o peor cuando
se habla mal de ellos con los demás, estamos asesinando” dice el Papa
Francisco. “No existe eso de la calumnia
inocente”.
Preocupémonos
también del medio ambiente. Y sobre todo
de la integración. Nadie sobra.
Civilidad es entender que el otro es tan importante como uno. Y requieren de nuestra mayor atención
quienes se están quedando al margen o al final del camino.
“Construyamos
puentes de diálogo con los demás, no
muros de rencor. Como cristianos
debemos buscar el camino para escuchar,
el camino de la reconciliación, con
humidad y mansedumbre”, nos dice el Papa Francisco.
Pidamos a
Dios paz y alegría, fuerza y prudencia, claridad y sabiduría. Pidamos el vivir cada día con
optimismo y bondad.
Proponernos
no caer en la falsedad, mentira,
arrogancia. No ceder a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.
Dedicar algo
más de tiempo a Dios. ¡Vivimos tan ajetreados! ¡Con tanta pérdida de
tiempo!. Rezar en familia y así permanecerá más unida. Rezar también más personalmente y en
comunidad.
Colocar el
año en manos de Dios. Así se despejan
los temores, se crece en sabiduría y se toman mejores decisiones.
Cultivar un
espíritu alegre, a pesar de las adversidades. La alegría es una virtud peregrina. Es una virtud que debe traducirse en amor al prójimo, en
actitudes concretas.
Antonio
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