(Texto cargado de
arrepentimiento del periodista Briguet en el que muestra que el aborto no sólo
hiere a la mujer, y que la culpa, antes, o después, llega a todos)
Hijo mío, si te
hubiese dejado nacer hoy tendrías 27 años. El día nace, la flor nace, la
estrella de la mañana nace, nacen el
absurdo, el silencio, la esperanza, la perplejidad, pero tú no naciste y
fue mi culpa, mi grandísima culpa.
Tu madre, que hoy vive lejos, dudó al principio. Un médico que
conocíamos intentó disuadirnos de esa idea, ahora veo que fue un ángel de Dios,
pero nosotros no cambiamos de idea.
Sentí rabia hacia ese amigo, porque
dijo NO al crimen que iba a cometer.
¡Cómo quisiera volver atrás y decirle: Gracias doctor, serás
el padrino de este niño!
Pero la máquina del
tiempo no existe, no pertenece a la
estructura de la realidad. Lo único
disponible y muy peligrosa es nuestra
alma. En ese momento de mi vida no creía en la existencia del alma. Estaba loco, loco de egoísmo y vanidad.
Tú solo esperabas el día en que nacerías, hijo mío y sin
embargo llegaron las tinieblas. Te negué la mañana, la tarde, la noche, el
alba, el agua, el calor, el frío, el libro, la música, la poesía, la amistad,
el olor de la lluvia cuando cae en la tierra, el vino y el pan. Te negué la
sonrisa y el llanto. Te negué los ojos, las manos, el corazón. Te negué el
derecho de gritar: “Mamá”. Te negué el
derecho de nacer. No solo te negué lo que no te podía negar: la pasión y la
resurrección.
Las has tenido ya. Si hubiese sabido…..Si hubiese sabido cómo
duele. Hijo mío fui tu Herodes.
Parece como si mi pecado (mi crimen) fuera cometido ayer. Tu
adiós es omnipotente, tu presencia es un eterno adiós en mi vida.
Sí, la herida fue
curada por las manos del médico
misericordioso, pero la cicatriz es tan grande que me ocupa toda el alma. Soy la cicatriz de mi pecado. Un día espero conocerte hijo
mío.
Pienso en que te habrías
convertido: un médico, un ingeniero, un músico, un matemático, un
filósofo, un padre, un obrero, un carpintero.
¡Cómo habrías amado a tu hermano más pequeño, nacido muchos
años después!
Ahora no importa, hijo mío, tu profesión será siempre la de nacer.
Hijo mío, el día que
nos encontremos, después de haber dejado
el dolor de esta vida, te cogeré las manos y te abrazaré fuerte. Y mi primera
palabra será:”Perdóname”
Hijo mío, a veces pienso que tú existes para perdonarme. Sólo
así podré contemplar el rostro de Dios. Por esto, cada día es para mí la
Jornada del Niño no Nacido, cada día.
Paulo Antônio Briguet
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